«Ahora los padres juegan a la pelota y sus hijos están absortos con los móviles»

Entrevista José María Merino: Ahora toda la formación de la futura ciudadanía la descargamos en el sistema educativo. Eso no puede seguir así.

El narrador leonés José María Merino en su despacho – RAQUEL P. VIECO

Un artista de talento que esconde una personalidad tacaña y miserable, una pareja de aspecto feliz en la que, en realidad, una parte domina sin piedad a la otra… Merino se ha propuesto sacar a la luz el envés de la vida cotidiana y el resultado es un nuevo volumen que publicará en octubre Páginas de Espuma bajo el título ‘La trama oculta. Cuentos de los dos lados

E. GANCEDO | LEÓN 27/08/2014

Estajanovista de la literatura, orfebre del relato breve, el leonés José María Merino regresa en octubre a las librerías con una nueva obra en la que nada es lo que parece y en la que la sorpresa se agazapa detrás de cada párrafo. «La literatura nos ha enseñado a conocernos, ha descubierto lo que no se aprecia a primera vista», defiende.

—¿Mantiene el título ‘La trama oculta’ para su nuevo libro de relatos? ¿Por qué se decantó por esa denominación?

La trama oculta. Cuentos de los dos lados, con una silva mínima va a ser el título definitivo, y ya corregí pruebas, de modo que debe de estar imprimiéndose. Esos «dos lados» a los que aludo son «este lado», en el que reúno cuentos predominantemente realistas, y «el otro lado», formado por cuentos fantásticos. En cuanto a la «silva mínima», se compone de un grupo de minicuentos… Y cada uno viene precedido de un pequeño prólogo en el que narro las circunstancias de su invención. El título del primero es el que he utilizado para el conjunto: una historia marcada por una relación entre amigos cuya apariencia afable y fraternal encubre aspectos bastante tenebrosos… Y en otros cuentos del libro se plantean parecidas situaciones: una realidad que no es lo que parece.

—Vemos la vida pasar, con su gentes y sus afanes… pero, ¡cuánto hay por debajo! ¿Es la trama oculta el verdadero objeto de la literatura, de la creación, del arte en definitiva?

—Desde luego, es uno de sus elementos importantes: el mero reflejo del aspecto de las cosas no es sino una crónica, en muchas ocasiones vacua. Por eso los artistas inquietos han experimentado otros caminos. En pintura, por ejemplo, el expresionismo, el cubismo, el surrealismo… son intentos por descubrir lo que está debajo de lo que se ve a primera vista. Y la literatura, desde sus orígenes, ha intentado desvelar los secretos de los comportamientos, la verdadera naturaleza que se esconde bajo el aspecto externo de las cosas y de las personas: los personajes que en la vida parecen ser de una forma y acaso de verdad son de otra: el artista de talento que es un hombre tacaño y miserable, la pareja de apariencia feliz en la que, en realidad, una parte domina sin piedad a la otra… La literatura nos ha enseñado a conocernos, ha descubierto lo que no se aprecia a primera vista. Desde Freud, todo lo referente a la psicología es hijo de la literatura.

—Las motivaciones de los autores, ese es otro asunto con varios posibles rostros…

—Cuando cumplí quince años, mis amigos me regalaron los cinco libros del padre Brown, y muchos años después los he releído con una mirada nueva: hay cuentos magníficos y otros traídos por los pelos, pero lo que llamó mi atención fue el sectarismo del converso Chesterton, que suele tratar como estúpidos o perversos a todos los que no comparten su fervoroso catolicismo: los sacerdotes de otros cultos, los faquires, los ateos… Quise escribir un cuento, La degollina, un poco en homenaje burlesco a Chesterton, y hasta uno de los personajes es un cura, el padre Moreno, claro está…

—Un compañero periodista solía calificar de «milagroso» el hecho de que la gente siga comprando, cada día, el periódico. ¿No le parece también cosa de milagro que la gente siga adquiriendo libros?

—Sin duda. Y el problema no es que la gente se descargue los textos en el libro electrónico, sino que, en su mayor parte, empezando por los menores de edad, está absorta en el mundo de los móviles, llenos cada vez más de aplicaciones pintorescas y, me atrevo a decir, bastantes de ellas superfluas… Es una pena que una tecnología tan interesante sea utilizada de una forma tan banal, y alejándonos de lo que antes llamábamos cultura. Precisamente, en un libro colectivo de cuentos ‘distópicos’, es decir, que trascurren en un futuro nada halagüeño, titulado Mañana todavía (Penguin-Random House), acabo de publicar un cuento en el que imagino el destino de la relación del ser humano con el móvil, una tecnología diminuta universalmente utilizada, con bastante pesimismo… La semana pasada estuve en Santander: mientras los padres jugaban a la pelota, los niños estaban absortos en sus móviles.

—Al hilo de lo anterior, la venta de libros cayó un 10% durante el 2013… ¿es de los catastrofistas o de los esperanzados?

—Perdón, pero dice la gente del libro que la caída ha sido bastante mayor, y hay quien habla de hasta un 40%… sin que, al parecer, el aumento de ventas de libros electrónicos lo haya compensado mínimamente. En la zona de Madrid donde vivo han cerrado las dos librerías que había, una desde los años setenta… A la vista de tales datos no puedo estar esperanzado sino perplejo, y no sé qué pensar. Desde luego, no precisamente que esa preocupante situación sea pasajera. Como dicen los expertos, creo que estamos viviendo un «cambio de paradigma», y que posiblemente sea el peor de los imaginables: en lo social, es evidente que la sociedad de bienestar se está destruyendo, y que los pobres del mundo están cada vez peor; en el de la destrucción del medio ambiente, vamos a más; en el del crecimiento de la corrupción y de los fanatismos, la cosa está que arde; en el del imperio de las Corporaciones frente a los Estados y en el de la vigorosa presencia de la industria armamentista, no hacen falta muchos argumentos…

—¿Qué cambiaría, en lo que respecta al sistema docente, para fomentar el hábito lector y el cariño por los libros?

—Me atrevo a decir que es una cuestión de Estado implicar a las familias en la formación de los niños: en su iniciación a la ficción (contándoles y leyéndoles cuentos) y en la buena educación. Ahora toda la formación de la futura ciudadanía la descargamos en el sistema educativo. Eso no puede seguir así. Las familias tienen unas responsabilidades educativas inexcusables. Me parece un disparate que el 80% de los niños españoles tengan televisor en su cuarto… Si tenemos hijos es para educarlos; nadie nos obliga a tenerlos.

—¿Es un comprador habitual de libros? ¿Qué títulos tiene ahora mismo, en concreto, en la mesilla de noche?

—Compro libros, aunque muchos de los de actualidad me los envían las editoriales: por ejemplo, acabo de leer dos estupendas novelas que me llegaron por esa vía: La llama danzante, de José Luis de Juan (Minúscula), y El cielo de Lima, de Juan Gómez Bárcena (Salto de Página)…

—¿Considera leer parte de su ‘actividad laboral’, o un acto de disfrute en cualquier caso?

—Continuamente tengo algo que leer, por razones laborales o por gusto, pero siempre lo hago por placer. Suelo leer muchos libros de cuentos, no solo porque tengo una página de ese tema en la revista Leer, sino por lo mucho que me interesa. Para mí, leer ha sido imprescindible desde la infancia. Y no se puede ser escritor sin ser lector…


 

Enlace Diario de León

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