Apuntes sobre la educación española

  • Y esta sociedad comienza, como todas, con la educación.

Me pidieron unas palabras sobre la educación de este país, y como palabras me sobran, estoy dispuesto a expresarlas con la contundencia que la ocasión merece. Podría asimismo, sin concretar, dar una imagen global de mi opinión como estudiante de segundo de bachillerato sobre el concepto integral de la educación en sí, pero prefiero dar rienda suelta a la verborrea que me posee y que me permite, si ustedes gustan, de enfadarme y estallar. No hablaré aquí de concreciones ni nombres propios, porque entre otras cosas, tendríamos que mirarnos todos al espejo, pero si diré unas cuantas cosas.

Espacio de OpiniónEn primer lugar la dirección de los institutos. Ya no valen milongas ni correcciones políticas hipócritas. Como el capitalismo (feroz) se ha impuesto con su soberbia y su descaro sobre cualquier otra consideración socio-económica, así la organización de la escuela pública recae también sobre sus capitalistas bases, consiguiendo que estos funcionen como empresas privadas que solo buscan beneficios, índices trimestrales positivos, estadísticas educacionales que les garanticen subvenciones (y nuevos alumnos, claro). Les importan una mierda tus vicisitudes personales, solo el número que consiguen arrancarte a final de año, y así serás considerado; no atienden demandas especiales si no vienen precedidas por una orden de papá estado; buscan la usura periódica con exámenes Pisa; el inmovilismo, el nepotismo dactilar tan español, la sordera patológica de sus representantes son sus señas, y más vale no quejarse porque la maquinaria comienza entonces su giro aplastante y quedarás sepultado bajo suspensos, amonestaciones y gilipolleces varias. Orden y control. Así vamos.

En segundo lugar, los profesores. Entes que antaño gozaran de un prestigio perdido que la sociedad les niega. Está bien, una buena educación vale lo que sus profesores, y el respeto a la profesión va implícito. Pero hoy cualquier desgraciado hace magisterio pensando en las vacaciones, el sueldo fijo (funcionario que no funciona), la nota pírrica que necesitas y la labor tan sencilla que parece que hacen. La vocación cada vez brilla más por su ausencia, y si hay un trabajo que la requiera especialmente, es este. Nada. El ministerio tiene órdenes que han de ser cumplidas: obedece. No protestes, no se te ocurra cambiar el modelo educativo (que ya lo haremos nosotros dentro de cuatro años) porque te abrimos expediente.

Copiar del encerado las mismas tonterías, como si el alumno fuera una especie de cubo a llenar con tu basura ideológica, de frente, memorizando más que nada (porque aprendizaje real, de puta casualidad), estableciendo un rigor mortis en el alumnado que es mejor cuando no habla, no se mueve, no protesta, en fin, cuando se vuelve dócil y manipulable. Y ya de paso, con el cerebro atascado por la (des)comunicación masiva, impregnamos nuestra idea totalitaria: estudia, trabaja, paga las facturas, cómprate un coche, una casa, un plan de pensiones, cásate ( o no) pero divórciate, ten hijos (para que continúen el ciclo), trabaja más, no pienses, no hables, no protestes, escucha a tu gobierno que solo quiere lo mejor para ti, ve la televisión, Internet, compra comida envasada, ama a Cristo, odia al islam, jubílate, y así a los setenta años, espera sentado la muerte porque será como una bendición después de mirar atrás y ver que simplemente eres uno más entre todos los gilipollas de este mundo. Bueno, no fue todo por tu culpa. La educación necesita trabajadores. Especialización, lo llaman.

En tercer lugar, los alumnos. Todo lo dicho anteriormente no tendría sentido si los alumnos aprendiesen, con espíritu crítico, a diferenciar entre intereses propios y ajenos. Pero vivimos en sociedad y la sociedad no necesita librepensadores. Necesita obreros. Freire, Steiner, Montessori, (educación formalista, autoritaria, enciclopedista, masificada, parcial) todos hablaron del problema de seguir estructurando la educación en base a las mismas necesidades que hace doscientos años, en plena revolución industrial.

Pero lo hacen, no ya para educar al proletariado y exigir su compromiso económico, sino para amodorrarlos y cansarlos con sus demostraciones de poder (cuando me refiero a «ellos», obviamente me refiero tanto al estado, como a los Ceos de las empresas todopoderosas, como a cualquiera que mantenga el status quo como soberano principio social).

Volviendo al asunto. No todo es culpa suya. Es mejor y más bonito el instagram, el facebook, el whatsap y demás porquería senil; es mejor abrir Internet que ir a la biblioteca; 140 caracteres que una redacción; vestir ropa de marca que cualquier otra; pensar lo mismo que los demás que ir a contracorriente. Es mejor que luchen por ti que sacrificar algo, lo mínimo, por nadie. Es esta sociedad, maldita y egoísta, tan sumamente insustancial y vacía, la que nos mueve al escepticismo en el mejor de los casos, a la locura de la forma en el peor. Y esta sociedad comienza, como todas, con la educación.

Me dejo en el tintero mil cosas más. No importa. La omnipresente autocensura hará lo que directores, profesores, compañeros, ministros y demás calaña no pudieron. Volverle idiota.

Guillén Fernández Ferreras.- Alumno de 2º Bachillerato INBAD-León


http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/apuntes-educacion-espanola_1183975.html

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