Cuatro valientes: mujeres indomables

No puedo describir la emoción que pudimos sentir ayer escuchando a Rosa Colorado, Dori Ruano, Beatriz Santiago y Gema Martín Borjas. Cuatro deportistas: tres atletas y un as del ciclismo que suman más méritos que muchos equipos de fútbol masculinos, por mucho que algunos cacareen.

“Mujeres en el deporte” reza el título. Organiza la organización de mujeres de STECYL, STE SALAMANCA. Yo no sé quiénes son las tres atletas, lo cual prueba que el evento es más que necesario.

Cuatro momentos distintos de nuestra historia reciente. Cuatro vidas paralelas. Cuatro personajes impagables y admirables. Llegaron, hablaron y vencieron. Desbordaron carisma y, de paso, rompieron algún tópico.

Lo primero que llama la atención es la claridad en las ideas y la riqueza en las palabras (algo que uno nunca esperaría de muchos deportistas). Es una delicia escuchar a cualquiera de las cuatro por separado. Oírlas juntas, un acontecimiento.

Nos contaron sus vivencias, la lucha por estar en el puesto que merecen en un mundo gobernado por hombres. Aunque no pierden el humor, van soltando pinceladas de sus biografías y se nos cae la venda de los ojos. Percibo mucha soledad en sus batallas: los desdenes, los juicios de valor, la brecha salarial, el desprecio de las juntas directivas, la escasez de recursos, el silencio de los medios…

Las vemos salir a escondidas a entrenar, negarse a ir en braguitas, viajar sin cobrar esas dietas que sí cobraban “ellos” (y, al loro, las esposas de “ellos”), oír demasiados “lo tomas o lo dejas”… Dori Ruano nos cuenta que a los ciclistas les daban un menú y a las ciclistas otro. ¡Qué mundo más imbécil!

Las vivencias prosiguen. Sentimos el abandono ante una lesión (prácticamente una condena al ostracismo, mientras los medios convierten la rodilla de alguno en titulares), vivimos las prohibiciones, tácitas o explícitas, de mentar el sistema, nos estrellamos con ellas ante no pocos muros y sufrimos las traiciones de equipos directivos formados por varones que, más que hombres, parecen patricios del Imperio Romano.
Se nos cae la venda de los ojos, sí, y yo siento vergüenza por vivir ignorante en un mundo de machismo y de ceguera. “Nosotras tampoco éramos conscientes hace años”, dice Rosa Coronado”. Ese es el primer combate, pienso yo. Pero “ahora es aún peor- prosigue Rosa- porque ahora todos saben la capacidad de las mujeres”. Cierto, ahora no hay excusa ni ceguera que valga. Ahora, la falta de igualdad es puro feudalismo.

Cuatro seres luminosos. Porque ellas no se pierden en lamentos, sonríen, abren bien los ojos y desbordan coraje y alegría, nos contagian su fuerza. Tienen un humor y una clarividencia contagiosos. Pero no se callan. Piden cosas; cosas que debiera dar por hechas el sentido común: derecho a quedarse embarazadas sin renunciar al mundo, derecho a no ser invisibles, derecho a ser respetadas por los medios, cuotas que las permitan ser tratadas igual que “ellos”, competir sin ventajas ni desventajas, poder participar en la gestión de sus propios deportes, de sus vidas. “Las mujeres estamos muy capacitadas para esto porque, a la fuerza, aprendemos a gestionar el tiempo mejor que los hombres” reflexionan y yo parafraseo, recordando que eso ya se dijo en Atenas hace 2500 años y parece que no hemos avanzado casi nada.

Cuatro valientes: mujeres indomables y sabias en lo suyo. En lo suyo y en lo de todos. Cuatro ejemplos de lucha, entereza y optimismo. Son héroes y heroínas a la vez, femenino y masculino al mismo tiempo, porque siento que, a través de sus vidas, la lucha por la igualdad es también la eterna pelea por la dignidad del individuo. “Es muy sencillo -dice Gema Martín Borjas-: si otro puede hacerlo, siempre pienso que yo también puedo. A mí nadie me va a quitar la fe.” Pues eso.