De asambleas y asambleísmo

Manuel Oliver Narbona Universidad Elche

Manuel Oliver Narbona

De nuevo «quién me lo iba a decir» al cabo de muchos años que para algunos serán hasta mil y para otros sólo es un ayer indefinido, bastante cercano en el recuerdo.

Pasaba, sobre todo pero no de manera exclusiva, en los distintos sectores educativos y, dentro de ellos, entre alumnos, personal de servicios y profesores sin estatus.

Cuando había que resolver un dilema o problema y se aspiraba a alguna mejora colectiva se sustituyó el periclitado e inoperante recurso de constituir una comisión, «él y dos más» o alargar y dejar igual, para acudir a oír y comprometer a todos los afectados o aspirantes.

Consultar el parecer de la mayoría, no sólo sobre el problema o la necesidad de mejora, sino también para sopesar la fuerza de las pretensiones y sobre todo para consensuar soluciones se utilizó de forma constante la constitución de reuniones temporales o indefinidas en el tiempo y circunscritas siempre sólo a afectados en las que proponer temas, discutir soluciones y consensuar medidas, mediante la discusión y el consenso colectivo.

Es la asamblea, que se coló en las instituciones como forma autentica de poder popular que llegaba a considerarse base ineludible de todo movimiento democrático en el sentido prístino de la palabra.

Así se abría un periodo bastante largo en que todo eran asambleas, llegando en bastantes casos a multiplicarse o alargarse tanto que llegaron a «obligar» a que tuvieran que concederse aprobados generales o políticos y que se desarrollaran cursos enteros en blanco para docentes, personal de servicios y alumnos.

Era tiempos difíciles sobre todo en aspectos sociales y políticos. Como pinceladas sólo recordaré que hasta los primeros años setenta en nuestro país no existía Seguridad Social alguna para la inmensa mayoría del profesoradoque era «no numerario», sin derecho alguno a su puesto de trabajo, apoyo en caso de paro, ni prestación sanitaria, que había, en este caso, que suplir con acuerdos «de palabra» con el profesorado de las facultades de medicina.

El personal de servicios contaba sólo con contrato administrativo, sin más.

Políticamente mejor es obviar la situación de unos y otros y toda la ciudadanía en general: sin derechos, ni libertades, propia de los últimos años del malhadado franquismo.

Pese a denostarse el procedimiento por algunos partidos políticos en la clandestinidad, más aún tras su aceptación pública y también por algunas de las nuevas organizaciones sindicales, bajo el pretexto de que era una forma fácil de manipulación, se mantuvo durante años en los lugares de menor confluencia de partidos políticos y sindicatos no verticales.

El auge de unos y otros dejó las asambleas para reductos como sectores productivos o propias de sindicatos sectoriales. El calzado y los trabajadores de la enseñanza, son sus ejemplos más notables en el pasado. Los trataré aparte otro día.

Pero hete aquí que el desprestigio, sobre todo por la corrupción, pero no sólo por ella, de unos y otros, partidos políticos y centrales sindicales hegemónicas, ha propiciado que, de nuevo y con virulencia, vuelva a imponerse las asambleas y los modos asamblearios.

Comenzó de nuevo con las reuniones informales que se reconocen con el título común «15-M» por empezar mediado el mes de las flores en diversas plazas de distintas ciudades, también llamadas «primaveras». Pero su consolidación se debe, sobre todo, al auge de movimientos populares reivindicativos, como los originados en defensa contra los desahucios, la lucha ciudadana contra la pobreza y la exclusión, las justas reclamaciones de los afectados por el robo de las llamadas «preferentes» y un largo etcétera, cristalizando de forma estructurada en la aparición y posterior definición del germen de un nuevo partido, a saber: PODEMOS.

Sin duda que este movimiento popular, que no populista, tendrá que esforzarse en sacar todo lo bueno que pueda haber en el «modo asambleario», cuidando el fondo pero también las formas y hasta la expresiones (de aquí que a algunos no guste lo de «secretario general» cuando basta coordinador, dejando los generales para el ejército y los secretariados para formaciones burocratizadas), pero el esfuerzo no será mucho mayor que el que debieran haber mantenido los partido «formales» para que no se desmadrara tanto corrupto, ni mande tanto incompetente.

De nuevo resuenan y seguirán sonando las acusaciones de la posible manipulación, como si no hubiera existido en partidos y sindicales. También los proféticos peligros de inconsistencia rayana en desgobiernos y acracias o anarquías, cuando sobran líderes o lideresas y jefes de cualquier género, omnipotentes e infalibles. Sin tener que ocupar ni una línea más para referirnos a la cacareada acusación de demagogia de tanto demagogo.

A algunos (¿nostálgicos?) nos parece que bajo viejas formas, algo posible, interesante e importante está amaneciendo en esperanza de nuevos días tras tanto castigo y creciente oscuridad.

Manuel Oliver Narbona

Enlace http://www.diarioinformacion.com/opinion/2014/10/30/asambleas-asambleismo/1561513.html

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