El mantra de la despoblación

La palabra despoblación se ha vaciado de contenido igual que se han vaciado los pueblos de gente. Urge cambiar el lenguaje, hablar de repoblación y abandonar la desidia.

Cambiar el lenguaje es lo primero. Nuevas palabras para nuevas realidades. Otras palabras para otras acciones. La academia hace amagos de quitarse la caspa. Tras la oleada de contestaciones que recibió su lapidaria sentencia: «La RAE no autoriza el uso de Consejo de Ministras», no solo ha reculado y ya no lo ve mal, sino que ha puesto semáforo verde a la denominación de fiscala general del Estado tras la llegada de María José Segarra a la alta esfera. Su argumento: es de uso extendido en América. Acabáramos, igual que aquel miembra que le costó a Bibiana Aído las críticas.

Pero, como dicen en mi pueblo: agua pasada no mueve molino. Vivamos el momento. Carpe diem. El otro día fueron a Astorga unos señores con traje y desplegaron un cartel que ponía: Despoblación. Así, a lo grande. Si hubieran sido campanas el toque a muerto se habría escuchado en toda la provincia y parte del noroeste peninsular.

DespoblacionLos señores, de traje y cargo en ristre, dejaron sitio a tres mujeres, tres, sí, contadas con los dedos de una mano y nos sobran. Virginia Barcones, Victoria Seco y Delfina García. La primera, soriana y del PSOE, ya es delegada del Gobierno en Castilla y León. La segunda es directora general de Telecomunicaciones de la Junta. Y la tercera, de la Asociación de Mujeres del Medio Rural (Amulemer).

Barcones va a tener mucho que decir y sobre todo hacer. No de despoblación. El vocablo está desgastado. Han vaciado la palabra de contenido igual que se han vaciado los pueblos de gente. Comisiones de sabios, expertos, de las Cortes… Tiempo muerto. Dilapidado. Es hora de abandonar el mantra. Urge hablar de soluciones y de alternativas para el mundo rural en la Comunidad. Es perentorio que hablen las y los protagonistas del mundo rural. Las mujeres tienen mucho que decir, pero se las escucha poco.

Un tercio de la población leonesa a la que se mira de forma paternalista, como que se le regalaran los derechos y los servicios. Como menores de edad que no saben lo que quieren ni lo que necesitan. La emergencia demográfica de León y provincias vecinas, en el oeste del país, de norte a sur, requiere palabras nuevas y acciones audaces.

Basta ya de lamentaciones y cifras agoreras que conocemos desde la década de los 90, cuando las burbujas de toda clase y condición cegaron nuestro horizonte. Que en la prueba de la Ebau (selectividad de toda la vida) haya 1.800 jóvenes en León y 3.900 en Valladolid es un dato elocuente. Con 50.000 habitantes más que León tiene el doble de aspirantes a entrar en la universidad. Es la generación del año 2000, que cumple 18 años en este 2018. Sólo había que mirar a la estadística del primer año del siglo XXI para saber lo que iba a suceder, máxime con las tasas de mortalidad que engordaban de año en año.

La dejadez nos ha traído hasta aquí, de bote en bote, como es inevitable viajar por la León-Benvanente, sobre todo en dirección León. La falta de mantenimiento o hacer mal la obra nos cuesta ahora un pico de los presupuestos generales del Estado de 5 millones de euros. ¡Champán por las tetas!

Afrontar la emergencia demográfica de León requiere mucho más que fotos de perfil como la que se hizo Victoria Seco en Astorga. El personal más que harto de oír a la clase política eso de «no es mi competencia» o la gracia de que todo que se solucionará con una subvención o fondos específicos. Palabras huecas donde las haya por las que se fugan millonadas que no repercuten en el bienestar social ni rural.

La realidad es que a seis kilómetros de Astorga o a treinta de León hay pueblos sin cobertura, sin acceso a la fibra óptica y a la aldea global. Y alguien debe ser competente. Recuerdo con las decenas de convenios que firmó la Diputación en su día para llevar el teléfono a los pueblos. A lo mejor es que Telefónica era una empresa pública y hoy solo salen bien las cuentas de resultados de las privadas…

Y así todo. El campo se ha convertido en pasto del ‘agrobussines’ y la gente importa tan poco que nuestro país, ahí al lado, en Huelva se explota a mujeres marroquíes que además sufren abusos sexuales por parte de los ‘amos’. Hay palabras que por desgracia no han caducado y no las podemos desterrar a ese cementerio de vocablos que resucita Marta PCampos en el Musac.

Ana Gaitero. Periodista

Ana Gaitero. Periodista

Mantra-Despoblacion-17-06-18

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