Familias con pedigrí

Lo nacieron en el seno de una humilde familia en pueblo de montaña.

Nunca hubo falta de comida o zapatos durante su infancia feliz, aunque nunca disfrutó de ningún lujo más allá de lo estrictamente necesario o imprescindible.

Día a día veía a sus padres esforzarse y trabajar sin descanso para sacar adelante a la familia. Sus padres tenían un sueño, querían que sus hijos salieran de aquel ambiente cerrado y llegaran a la universidad a la que solo habían llegado el médico, el farmacéutico y el ingeniero, pero que no conocía a ningún hijo del pueblo. Él sería el primero en conseguirlo.

Le inculcaron la cultura del esfuerzo y la lucha y así consiguió terminar sus estudios en el instituto y se sintió preparado para dar el gran salto e irse a la ciudad donde le esperaba una carrera universitaria para la que se sentía especialmente señalado con la ilusión de labrarse un futuro de provecho.

Trabajó duro durante otros cinco años más para acabar su formación académica. Cada vez llegaba desde casa lo mínimo que necesitaba para cubrir sus necesidades vitales cotidianas pero él siguió esforzándose por alcanzar la meta.

Ya licenciado vio abrirse ante él un futuro de luz que le diera paso a una vida de mayor confort y disfrute, pero lo que realmente comenzó fue un calvario y peregrinaje por colocaciones en las que poco lo valoraban y mucho lo explotaban laboralmente y donde veía como alguno de sus compañeros de pupitre que menos se habían esforzado ocupaban ahora cargos de relevancia y de dirección de empresa. Eran, claramente, hijos de familias con pedigrí. Formaban parte de esas familias de provincias y provincianas a las que un apellido abre más puertas que una vida de esfuerzo académico.

Reflexionó y se dio cuenta que lo que él creía un rasgo del pasado seguía presente y ese día decidió luchar con mayor ahínco para desterrar esos privilegios.

Hoy, años más tarde, sigue en esa lucha y espera que otros muchos se unan a él y que solo la valía profesional gobierne nuestras vidas.

• Artículo opinión