La burocracia que impone la LOMCE sepulta a los docentes

Desde que entró en vigor la LOMCE, los docentes se sienten sepultados por una burocracia interminable que, afirman, les quita muchas horas de la que debería ser su responsabilidad principal: enseñar.

  • Las programaciones didácticas, las pruebas externas de evaluación o la justificación del uso de fondos europeos obligan a directores y profesores a dedicar muchas horas a tareas burocráticas que les restan libertad y tiempo
  • Los estándares de aprendizaje pueden hacer que un maestro evalúe hasta cien píldoras de conocimiento por alumno y asignatura
  • «Programar es copiar los currículos oficiales, apenas hay autonomía pedagógica o curricular», lamenta un director de instituto.

Desde que entró en vigor la LOMCE, los docentes se sienten sepultados por una burocracia interminable que, afirman, les quita muchas horas de la que debería ser su responsabilidad principal: enseñar. Las programaciones didácticas, con sus objetivos, contenidos, competencias, criterios de evaluación y estándares de aprendizaje; las pruebas externas de evaluación (las ínclitas reválidas) y los exámenes propios del centro; en otros años, los currículos; justificar los fondos europeos y las bajas de docentes…

«Cuanto más tiempo ocupa un profesor en rellenar fichas, marcar casillas o corregir una batería de pruebas estandarizadas, menos espacio dedica a preparar sus clases. Ya no es solo que la práctica docente se resienta, sino que la transforman en una tarea mecánica, rutinaria y burocrática que podría ser realizada con mayor competencia y éxito por una aplicación informática», escribe la asociación Soy pública en un post reciente.

«La burocratización supone un control externo y, de paso, la falta de verdadera participación y rendición de cuentas», lamenta Miguel Recio, director de un instituto madrileño.

La pesadilla se llama estándar de aprendizaje

Los criterios de evaluación, concretados en los llamados estándares de aprendizaje, se han convertido en la principal –que no única– pesadilla de los profesores. Este elemento evaluador vino de la mano de la LOMCE para medir qué sabe hacer cada niño y qué no, y ha transformado la manera en que se programan los cursos, se plantean y corrigen los exámenes y se evalúa a los estudiantes.

Grosso modo, un criterio de evaluación es la capacidad que tiene un alumno para hacer algo de una asignatura (el contenido). Vienen marcados por la ley y, al menos para las materias troncales, son comunes para toda España. Por ejemplo, un criterio de Tecnología es: «Identificar las etapas necesarias para la creación de un producto tecnológico desde su origen hasta su comercialización (etc.)».

La adquisición o no de cada criterio se mide a través de los llamados estándares de aprendizaje, que desglosan  los criterios en pequeños aspectos. Siguiendo el mismo ejemplo, el anterior criterio tiene cuatro estándares. Uno de ellos es «describe las etapas de resolución técnica de problemas para dar solución a un problema técnico» y otro «busca información en internet y otros medios para dar soluciones (…) a problemas».

Con la nueva ley, programar el curso escolar (fijar objetivos, contenidos, competencias o los criterios de evaluación) se ha convertido en «una tarea inasequible (…). Desde la inspección educativa se han dado directrices tan concretas y minuciosas para planificar la evaluación que resulta casi imposible de realizar», cuentan desde Yo estudié en la pública.

El número de criterios de evaluación varía mucho por asignatura, pero una troncal puede llegar a tener más de cien estándares que los maestros deben cerciorarse de que cada alumno cumple. En algunas comunidades autónomas, como Castilla-La Mancha, los docentes deben cumplimentar interminables hojas de cálculo en las que han de puntuar cada estándar a cada alumno de manera que, una vez prorrateados, se obtiene su calificación final.

Pasados un par de cursos de la aplicación de la LOMCE, los docentes empiezan a manejarse,  pero los primeros meses los docentes tuvieron problemas para entenderlos, aplicarlos y evaluarlos, toda vez que la administración nunca proveyó de herramientas para hacerlo. La existencia de estándares con errores y que en ocasiones se compartan los mismos estándares entre varios cursos tampoco ayudó.

Más estándares, más exámenes

«Hay que hacer pruebas o exámenes en los que cada pregunta vaya asociada a un estándar para calificar ese estándar», explica Enrique García, profesor de Física y Química en Secundaria. «Y como hay muchos estándares, si no se hacen muchas pruebas no se pueden evaluar oficialmente todos, por lo que hay que hacer más exámenes. Prepararlos siguiendo los estándares es un infierno», remata.

Y si bien es cierto que las editoriales proveen de exámenes donde se supone vienen todos los estándares, muchos profesores no los utilizan porque en cuanto se salen un poco de la programación, ya no les sirve.

Este aumento en la cantidad de exámenes que han de hacerse al año es otro de los elementos que restan libertad y tiempo a los docentes. «Las pruebas externas dominan la práctica docente. Su preparación, ajena al currículo, supone otro elemento a favor de la burocratización de nuestro trabajo, convertidos en preparadores de pruebas», explica el director Recio. En su centro se hacen, al menos, cuatro pruebas externas (una voluntaria de inglés en 2º de la ESO, otra obligatoria en 4º, la reválida de 4º de la ESO y la de 2º de Bachillerato, que hace las veces de Selectividad) además de los exámenes internos.

Estas pruebas, aunque no todas tengan consecuencias para los alumnos, sí las tienen para los centros, que por tanto deben tomárselas en serio. En la EvAU (el nuevo nombre de la Selectividad), a un instituto que quede 25 puntos porcentuales por debajo de la media en porcentaje de aprobados en una materia se le abre un procedimiento. «Es un gran control sobre profesores y departamentos», sostiene Recio.

De currículos y fondos europeos

Otro elemento que incide en la burocratización de los docentes son los currículos que introdujo la LOMCE. Con la LOGSE, los currículos eran abiertos, «no había que poner notas más que al final de curso y ni decía en qué curso tenía que saberse cada cosa», explica un profesor. La LOE ya estrechó un poco esta libertad de los profesores para aplicar su libertad de cátedra y la LOMCE ha acabado de cercenarla. «Apenas hay autonomía pedagógica o curricular. Programar es copiar los currículos oficiales», añade Recio.

«Y están cerradísimos», continúa este profesor. «Los currículos LOMCE son inabarcables y los estándares los cierran muchísimo, son incumplibles. Lo cual plantea otro problema, que es la gran inseguridad jurídica que plantean porque estás a merced de que la inspección te diga algo», argumenta. «Hay estándares imposibles, ya que indican explícitamente ‘comprobar mediante experiencias sencillas de laboratorio’, cuando los recursos que da la administración rara vez permiten ir al laboratorio, que requiere desdobles, con las ratios actuales», añade García.

Por último, un elemento que no afecta a todos, pero sí perturba bastante a quienes lo sufren: los institutos. La LOMCE se ha financiado en buena medida con fondos europeos. Y Bruselas fiscaliza. «Obligan al centro, profesores, padres y alumnos a realizar toneladas de papeleo para justificar en qué se está gastando el dinero», cuenta Enrique García.

«Los centros están obligados a informar cada curso a profesores, padres y alumnos de que se está utilizando dinero europeo. Yo he tenido que entregar a cada alumno de 3º de la ESO un papel que ratifica que están al tanto de todo para que me lo firmen», lamenta. «¿Sabes lo que es perseguir a un chico de 15 años para que te firme un papel? Por no decir que son menores, no tengo clara la legalidad de esta cuestión». Recio lo corrobora sin ambages: «Es una tortura». Los docentes de los concertados o privados tienen que realizar esta misma tarea que sus compañeros de la pública, pero normalmente tienen más clases, más alumnos y menos sueldo.


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