Sanidad Pública: sí o sí, lo demás sobra

Como siempre, hasta que el fuego no te alcanza no se ven los problemas que se expanden en derredor, o sí los ves pero no siempre se es consciente de ellos.

La Sanidad Pública, con mayúsculas, es tan necesaria para un país civilizado como lo puedan ser las elecciones, el imperio de la ley o una sociedad civil fuerte y organizada al margen del poder y los partidos. Simplemente son un rasgo de modernidad, de igualdad y de fraternidad, basada en un mecanismo sencillo: pago impuestos para que todos tengamos acceso a la mejor sanidad, o la mejor educación, o los mejores servicios. Este punto, tan simple de entender, siempre está sujeto a los vaivenes del dinero disponible, pero sobre todo de la voluntad del poder para conservarlo y potenciarlo. Pero ahora mismo España paga el peaje de ser dirigida por la peor generación de políticos de la democracia, los más corruptos, inmorales y avariciosos nunca vistos desde tiempos mucho peores.

Ver a un familiar muy cercano, como ha tocado esta vez, pasar por el entramado de la Sanidad Pública en Tenerife tiene mucho que ver con la conciencia nueva de que la la sanidad debe ser siempre abierta, universal y pública. Fue ingresado y operado del corazón en el Hospital Universitario de Canarias, el más grande de la isla de Tenerife (que roza ya el millón de habitantes), un gran hormiguero donde siempre hay gente y el tráfico humano es incesante. Es también uno de los que, indirectamente, ha sufrido los recortes a pesar de estar bajo control del Gobierno de Canarias. No está en la misma situación límite que otros, pero es obvio que cada gobierno autonómico obedece la voz de su amo y de los golpes de machete dados desde Madrid. Y sin embargo la experiencia humana es muy positiva: el trato, la forma de proceder, desde las enfermeras a los médicos y cirujanos, todos reman a pesar de la tormenta en la misma dirección, que es ofrecer la mejor cobertura posible. Y así ha sido.

Esa experiencia positiva y el apoyo a todos los médicos, enfermeras y asistentes que luchan para que ese derecho y obligación se mantenga debe recordarse. Porque a pesar de todo lo malo que le ha pasado a la sanidad nacional (especialmente dirigentes capaces de criminalizar a una enferma con tal de no cargar con culpas que todo el mundo sabe que son suyas) debe quedar claro que hacen su trabajo y lo hacen bien a pesar de todo. En paralelo al saqueo y los recortes de los reyezuelos de taifas de la nueva derecha española se han incrementado las inversiones en publicidad y marketing de las compañías de seguros, que venden familias felices y sanas, optimismo a raudales y no cuentan nunca las omisiones contractuales que hacen que cada oferta del anuncio sea una odisea donde realmente no dan servicios.Porque la sanidad privada sólo funciona cuando eres rico y puedes pagar cada minuto o persona a tu servicio, no para la clase media. Así de simple. Pero esa es la gran mentira de la sanidad privada.

Hacer negocio con la salud es legal, pero debería ser lo que es: para los ricos. Si cuando entras en un banco y te ponen la alfombra roja y un capuccino tienes derecho económico a pagar por una habitación privada, por la mejor atención, por no hacer colas ni esperar, y por entrar en el quirófano firmando cheques. No hay problema. Pero si obligas a todo el mundo a hacer lo mismo no habrá buena cobertura porque, simplemente, no se lo pueden permitir. Un Estado moderno debe asumir que la Sanidad Pública no tiene por qué ser rentable, como el gasto militar. ¿O es que financiar un batallón de infantería tiene más sentido que tener escáneres y buenos quirófanos? Debe asumir que es su obligación, y punto.Otras consideraciones, especialmente las mercantiles, sobran y no sirven a la ciudadanía, que es el verdadero motor y fin de toda esta cosa tan abstracta y real a la vez llamada democracia. Y quien no lo asuma mejor que dimita y se vaya porque no es útil para nadie salvo para sí mismo, y por lo tanto sobra.

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