¿Tiempo de volver a la escuela?

La escuela se enfrenta al mismo dilema que otros sectores sociales y económicos que están teniendo que tomar decisiones de reapertura sin tener una solución óptima a su disposición

Espacio de Opinión

Nos enfrentamos a una crisis de salud global, que ha afectado a la práctica totalidad del planeta y ante la que los países están actuando con medidas similares. Una de estas medidas ha sido el cierre de los colegios que, como indica la UNESCO, fueron cerrados de forma inmediata en más de 190 países.

Una vez que esta primera ola de la pandemia está empezando a ser controlada en muchos lugares y una vez que hay planes específicos sobre cómo reabrir otros sectores de la sociedad de forma escalonada y segura, la pregunta que se hacen muchos padres es cómo y cuándo abrirán las escuelas.

En aproximadamente la mitad de los países afectados, los escolares y sus familias no tienen aún una respuesta definitiva, otros (65 según la UNESCO) han elaborado planes de reapertura total o parcial y una minoría (32) ha tomado la decisión de terminar el curso de forma virtual. España se está situando en este último grupo.

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La escuela se enfrenta al mismo dilema al que se enfrentan otros sectores sociales y económicos que están teniendo que tomar decisiones de reapertura sin tener una solución óptima a su disposición.

Estamos ante el peor escenario posible para decidir: la reapertura entraña riesgos de posibles brotes de contagio, pero la no apertura supone otros muchos riesgos muy conocidos sobre las consecuencias a medio y largo plazo para los escolares y sus familias, especialmente para los más vulnerables.

Como en tantas otras situaciones, el objetivo tendría que ser entender la evidencia disponible en ambos casos y tomar una decisión equilibrada. En ningún otro caso se están tomando decisiones basadas en un solo criterio y la escuela no debería ser una excepción. A continuación, vamos a resumir brevemente dónde se encuentra el debate científico en este momento y repasar algunas de las medidas que se están explorando en otros países.

El debate social sobre la relación entre los niños y el coronavirus estuvo viciado desde el primer momento.

En una primera etapa se afirmaba repetidamente que los niños podrían suponer un elevado riesgo de propagación de la enfermedad al contagiarse igual que los adultos, pero con una sintomatología mucho menor, con lo que resultaría más difícil identificar los casos de forma rápida. Pero esta hipótesis ha sido ampliamente cuestionada en las últimas semanas, una vez que se han empezado a publicar los resultados de investigaciones científicas sobre el tema.

Como se afirma en este artículo, se está empezando a acumular evidencia (en China, Japón, Australia, Italia, Holanda) de que el contagio de la enfermedad en niños es muy bajo. ¿De dónde venía entonces la idea original de que las escuelas y parques estaban llenas de vectores de contagio? Pues de tratar al nuevo coronavirus como una gripe donde, efectivamente, los niños suponen un importante agente en la transmisión de la enfermedad.

Es decir, aquella hipótesis de los vectores de transmisión, y las políticas basada en la misma, se difundió antes de que tuviéramos evidencia del contagio en niños de la nueva enfermedad. La evidencia científica nunca es definitiva y el debate seguirá abierto, pero si de algo no tenemos pruebas por el momento es de que los niños desempeñen un papel especialmente importante en el contagio de esta enfermedad.

Al contrario que sobre la evidencia del papel de los niños en la transmisión del COVID-19, sobre las consecuencias a corto, medio y largo plazo de tener cerradas las escuelas tenemos evidencia variada y robusta acumulada a lo largo de décadas de estudio.

Si nos remitimos, de nuevo, a la posición de la UNESCO, esta identifica hasta trece grupos de consecuencias, tales como:

  • la interrupción del aprendizaje (que afecta especialmente a los menos privilegiados),
  • una peor nutrición (recordemos el debate sobre comedores escolares durante la última crisis económica),
  • confusión y estrés por parte de los profesores,
  • padres no preparados para la docencia a distancia y la enseñanza en casa,
  • acceso desigual a las plataformas de aprendizaje digital
  • retos derivados de la novedad de la propia enseñanza a distancia,
  • falta de una atención adecuada de los menores,
  • alto coste económico para las familias donde padres y madres trabajan,
  • consecuencias sobre los trabajadores esenciales con niños (en algunos países las escuelas no cerraron para ellos),
  • riesgo de aumento del abandono escolar,
  • ausencia del contacto social tan necesario para el desarrollo de los niños,
  • los retos que la educación a distancia suponen para el seguimiento y la validación del aprendizaje, entre otras.

Por tanto, si la evidencia sobre el papel de los menores en la transmisión del COVID-19 es, como mínimo, discutible y las consecuencias de mantener las escuelas cerradas son tan graves y variadas. ¿Cómo podemos reabrir las escuelas ya, manteniendo cierta prudencia? Pues distintos países de nuestro entorno están experimentando con varias medidas que podrían aplicarse en España.

En la mayoría de estos países la idea general que subyace a los planes de reapertura de las escuelas es la misma que en otros sectores: planificación de la reincorporación de forma escalonada y mantenimiento de las medidas de precaución una vez en la escuela.

Si la postura es, por ejemplo, que la enseñanza se debe producir en grupos reducidos, por el momento, ¿por qué no organizar grupos pequeños de entre 5 y 10 alumnos que acudan al colegio dos o tres mañanas o tardes a la semana? Con la tecnología y la forma de comunicación actual, se trataría de una solución relativamente fácil de implementar.

En general, la idea debería ser, como lo está siendo en todos los ámbitos, una transición que combine el aprendizaje a distancia que ya hemos comenzado con una incorporación paulatina a las escuelas desde ya. Cuanto antes empecemos, más tiempo tendremos para experimentar con distintas medidas y aprender colectivamente acerca de los métodos más efectivos para afrontar un problema nuevo y de la magnitud del que nos enfrentamos.

Como en el caso confinamiento, el cierre total de las escuelas es una medida extrema que debe utilizarse solo en momentos críticos y acotados en el tiempo, no una respuesta de carácter indefinido hasta que no haya o no percibamos el riesgo.

Luis Miguel Miller Moya

Luis Miller. Doctor en sociología. Científico del CSIC

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