Reportaje

El colegio como trinchera

Marta Borraz

Centros como el Pío XII de Madrid y la CEMU de Leganés recurren a ONG y colectas de ropa o juguetes para cubrir las necesidades de los niños de las que no se encargan las administraciones. “Que vengan aquí y vean a estos niños”, dice Ana Fraile, la directora del Pío XII, sobre la supuesta recuperación tan repetida por el Ejecutivo. “Muchos llegan a clase sin abrigo en pleno diciembre o con sandalias y calcetines incluso lloviendo”, asegura.

A las nueve de la mañana las mochilas casi a rastras y los ojos de sueño de los alumnos conviven con la exclusión social del madrileño barrio de La Ventilla. Aún así, en el colegio Pío XII no pierden la alegría. Porque también la alegría es una forma de resistencia. Los pasillos, llenos de colores, dibujos y niños correteando, acogen también a profesores y familias que han empezado una cruzada contra el abandono institucional. Que han aprendido a ventear la crisis recurriendo a fundaciones y ONG que les ayudan a resistir las embestidas de la pobreza.

“Los pasillos acogen también a profesores y familias que han empezado una cruzada contra el abandono institucional.“
Crédito: Salva Campillo / Ayuda en Acción

“Aquí hay familias muy vulnerables, que cobran 426 euros al mes y a veces no pueden ni dar de comer a sus hijos”, asegura Soraya. “Y ya que no podemos dar dinero, ayudamos con nuestro tiempo”, prosigue Almudena. Ninguna de las dos mujeres aparta la vista del papel que tienen delante. “Nueve paquetes de pavo, doce de pan…¿cuántos de zumo?”.

Entre las dos van enumerando lo que necesitan mientras de vez en cuando se asoman a la nevera para comprobar lo que falta. En su mente, los 100 niños y niñas que diariamente meriendan a media tarde gracias a la comida que cada mañana de jueves compran en uno de los supermercados más cercanos.

Algunos de los hijos de Soraya y Almudena, los más pequeños, también hacen cola a las cinco de la tarde frente a una mesa tras la que varias madres se sientan para hacer los bocadillos y entregarlos. Es una de las iniciativas que ha desarrollado el centro con el objetivo de paliar los agujeros negros de una crisis que, para muchos, dura demasiado.

La recuperación que no se ve

El despacho en el que trabaja Ana Fraile, la directora del colegio, está inundado de enormes bolsas de plástico llenas de ropa y presidido por un corcho con chinchetas que agarran decenas de hojas. A un lado, el ya clásico cartel de la marea verde: “Escuela pública de tod@s para tod@s”. Una escuela en la ya que no solo se enseñan matemáticas, lengua o informática, sino que en los últimos años se ha visto obligada a transformarse en la sustituta de las instituciones.

“La escuela, en los últimos años, se ha visto obligada a transformarse en la sustituta de las instituciones.“
Crédito: Edu Bayer

“La solidaridad es maravillosa, pero debería encargarse el Estado”, dice Ana. El mantra de la recuperación, tan repetido en los últimos tiempos por el Gobierno, no logra convencer a esta directora. “Que vengan aquí y vean a estos niños”. “Está habiendo enormes carencias que son responsabilidad de las instituciones públicas. El Estado del Bienestar no contempla a los niños, que también son víctimas de la crisis, y está fallando”, analiza Laura Calle, trabajadora social.

“La solidaridad es maravillosa, pero debería encargarse el Estado. Hay enormes carencias que son responsabilidad de las instituciones públicas”

Los profesores se enfrentan cada día a realidades que estremecen. Familias que a final de mes abren la nevera cada mañana y no tienen un litro de leche para sus hijos. “Veíamos que muchos niños venían con dolor de barriga y de cabeza a las 10 de la mañana por no haber desayunado”, recuerda Ana. Ahora los que no pueden hacerlo en casa lo hacen en el colegio.

“Nuestra prioridad es que todos los niños coman y lo hagan de forma equilibrada”, resume. Y es que son muchos los hogares para los que es inviable comprar alimentos de alto contenido energético, normalmente los más caros, varias veces al mes.

Pobreza de alimentos

La carne y el pescado son dos nutrientes básicos de la alimentación de todo niño. Desde 2008, cuando empezó la crisis, el gasto medio de los hogares en esos dos alimentos ha caído un 18%. Al mismo tiempo, el coste de esos productos se disparaba más de 8 puntos de IPC.

Fuente: Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF), Índice de Precios al Consumo (IPC)

El comedor escolar es uno de los pocos servicios íntegramente financiados con dinero público en el Pío XII. “Pero depende de las Juntas de Distrito, a nosotros sí nos lo subvencionan”, aclara Ana. Algo que no ocurre en todos los barrios. Además del tijeretazo del Gobierno en becas de comedor, en Madrid se suma el de la comunidad, que en 2013 redujo a la mitad el número de ayudas para que los niños más pobres puedan comer en el colegio.

El invierno entra en casa

El frío de los meses de invierno es un enemigo para estas familias y los trabajadores del centro, que tienen que ver cómo muchos niños llegan a clase sin abrigo en pleno diciembre o con sandalias y calcetines incluso lloviendo. Ana recuerda como, no hace muchos días, una madre y su hija llegaban tarde a clase “porque la niña había perdido el zapato y no lo encontraban por casa, nos contaba la madre. Y es que solo tiene un par”.

“Llegaban tarde a clase porque la niña había perdido el zapato y no lo encontraban por casa. Y es que solo tiene un par”

La crisis ha hecho que el gasto por hogar en ropa se reduzca considerablemente y, por eso, el colegio hace colectas para repartir entre las familias que lo necesitan. Recogen la ropa de profesores, amigos, conocidos…”gente anónima que echa una mano, ¡incluso la inspectora nos trae ropa!”, apunta entre risas la directora. En 2006, cada hogar se gastaba de media unos 1.500 euros en prendas de vestir. Después de seis años de crisis, ese gasto se ha recortado hasta los 1.000 euros, según la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF).

“Hay muchos hogares en España que esta misma noche, al llegar a casa, no podrán encender la calefacción“
Crédito: Salva Campillo / Ayuda en Acción

Pero, para algunos, el frío no solo se siente en la calle. Porque hay muchos hogares en España que esta misma noche, al llegar a casa, no podrán encender la calefacción. Ni podrán pagar la luz ni el agua porque no cuentan con recursos para ello. La pobreza energética es una realidad, que ya atrapa a 4 millones de personas, según un informe de la Asociación de Ciencias Ambientales, y a muchos niños del Pío XII, que cuando entran al despacho de la directora no dejan de exclamar “¡Ay! Qué calentito se está aquí”.

“Si les ves diciendo eso sabes que o no tienen calefacción o no pueden pagarla”, dice Ana que, junto al resto de trabajadores, también organiza colectas de mantas y edredones. “No sabes cómo vuelan cuando se lo decimos a las familias”. El precio de la luz ha crecido en España un 77% durante la crisis convirtiéndolo en el tercer país europeo que más subió el coste entre 2008 y 2014, según datos de Eurostat. Por delante, solo Grecia y Letonia.

El coste del material escolar asciende a unos 200 euros. Una cantidad imposible de afrontar para muchas familias.
Crédito: Salva Campillo / Ayuda en Acción

También el gasto en libros ha descendido con la crisis. Un 17% menos entre 2007 y 2014, según la Encuesta de Presupuestos Familiares. Según calcula la Confederación de Consumidores y Usuarios de España, el coste medio del material escolar para la vuelta al cole, en el que se incluyen los libros de texto, asciende a unos 200 euros. Una cantidad imposible de afrontar para muchas familias “que cobran poco o están en paro”, dice Ana. Por eso, el Pío XII solo tiene libros de matemáticas y lengua, que se reutilizan año tras año. “Ningún niño compra libros”, aclara.

El pan y también las rosas

Vivir y no solo sobrevivir. El objetivo del Pío XII, al igual que el colegio Ciudad Escuela de los Muchachos (CEMU) del municipio madrileño de Leganés, no es solo que sus niños y niñas estén bien alimentados. No solo quieren el derecho al pan, sino también a las rosas, como reivindicó hace más de 100 años el grupo de trabajadoras de la industria textil estadounidense que pedía poder comer, pero también vivir con dignidad.

Por eso, las excursiones o las actividades extraescolares son una prioridad. “La música, se cree que es para gente de otra clase social, pero es fundamental para ellos”, dice Ana. En su colegio se ha formado una orquesta integrada ya por 50 alumnos que asisten a clases gratuitas. ”Sus padres y madres se emocionan, ‘¿Cómo iba yo a pensar que mi hijo iba a tocar el violín?’, nos dicen”.

Gasto medio anual de los hogares

El gasto en bienes secundarios, a veces tan importantes como los primarios, no ha dejado de caer durante la crisis. En 2007, cada hogar se gastaba en promedio 230€ al mes en salir a comer. Siete años después, cayó hasta los 150€ mensuales. En la escasez, es lo primero a lo que las familias han renunciado.

Fuente: Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF)

Porque la pobreza no es solo una privación material. La pobreza es también no poder jugar, no tener derecho al ocio, no disfrutar de las mismas oportunidades que el resto. En 2007, cada hogar se gastaba de media 160 euros al año en comprar juegos y juguetes. Tras la crisis, las familias se gastan, de media, 60 euros menos para el disfrute de los niños. Por eso, las colectas sirven para sacar una sonrisa a los niños que, sin saberlo, reciben cada Navidad juguetes que sus padres han ido a buscar previamente al colegio.

La misma visión comparte la CEMU, que cuenta con una docena de profesores que se han organizado para ofrecer clases extraescolares gratuitas de fútbol, baloncesto, estudio o informática. “Pagar la cuota de una actividad asciende a mínimo 15 euros mensuales, algo que es impensable para la mayoría de nuestras familias”, apunta Benilde Sánchez, directora y profesora de matemáticas del centro.

Este es el segundo curso en el que desarrollan la iniciativa, después de que en 2014 la Comunidad de Madrid les cortase la subvención con la que financiaban las actividades. Profesores implicados que se niegan a aceptar una realidad que les golpea. No pueden consentir que unos niños, los que puedan pagárselas, tengan más oportunidades que otros, relata Beni.

Porque la pobreza no es solo una privación material. Es también no poder jugar o no tener derecho al ocio.
Crédito: Salva Campillo / Ayuda en Acción

Lo mismo ocurre con las excursiones. En la CEMU ningún alumno se queda sin ir por problemas de recursos. “Si no, les estaríamos privando de un derecho que tienen, el de aprender y ser igual que los demás”, dice Beni. En la CEMU la alegría tampoco se escapa. Se desprende de las palabras de su directora, de los gritos de los niños jugando a fútbol en el recreo. La defienden, “como una trinchera”, en palabras de Mario Benedetti, “como un principio, como un derecho”.