Crisis climática. Como ranas en el agua hirviendo

El calentamiento global es lento al principio, pero sus efectos son acumulativos

Por el cambio climático

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Valentina niña de diez años canta y dibuja contra el cambio climático desde Benicasim, el futuro nos habla ¡ Despierta!

La crisis que viene no es como la covid, que nos arrancó de nuestra incredulidad a golpe de muertos y ambulancias.

Las crisis que viene es a fuego lento: va llegando, nos va envolviendo y cuando nos demos cuenta, estaremos fritos. Literalmente. Esto puede parecer catastrofista y tal vez no logre provocar nada más que un leve arqueo de cejas. Pero a las familias de Canadá que han ido de funeral por las muertes del calor, o a las que todavía buscan desaparecidos en Alemania, no se lo parecerá tanto.

Este año estamos batiendo el récord de récords batidos.

54,4 grados en el Valle de la Muerte es un récord, como también lo son los 38 grados alcanzados en Verjoyanks, la ciudad de Siberia más fría, o los 49,6 alcanzados en Lytton durante la ola de calor que mató a cientos de personas en Canadá.

Subir el récord anterior en cinco y hasta ocho grados no es un cambio menor, y tampoco puntual, si se repite con tanta frecuencia. El problema es que no estamos psicológicamente preparados para asumir lo que esto significa, aunque lo tengamos a la vista. Cuando la ola de calor llegó a Canadá, nadie se acordaba de los miles de muertos que hubo en París en el verano de 2003. Solo meses después, cuando se observó que en durante la ola de calor se habían producido en Francia 11.400 muertes más de las esperadas, los parisinos fueron conscientes de lo que había ocurrido.

Lo problemático de las crisis climáticas es que se manifiestan de forma esporádica, unas veces con exceso de frío, otras de calor, a veces con graves inundaciones, otras con sequías pertinaces, pero siempre son manifestaciones extremas, cada vez más frecuentes y más devastadoras. El que se exprese con la lógica del azar nos hace más vulnerables, porque, aunque jugamos a la lotería, la experiencia que tenemos (la mayoría) es que no nos toca nunca. Esta tampoco nos tocará, pensamos.

Se ha recurrido muchas veces al llamado síndrome de la rana hirviendo como metáfora para describir lo que ocurre con la percepción del cambio climático. Como en todos los cambios graduales, resulta difícil anticipar sus peores consecuencias. Cuando el cambio es lento, estamos psicológicamente más preparados para adaptarnos que para saltar.

Las ranas tienen un mecanismo que les permite regular su temperatura en función del ambiente. La teoría dice que si se las coloca en agua muy caliente, saltarán, pero si se las sumerge en agua fría y se va calentando muy poco a poco, se irán adaptando, y llegará un punto en que habrán gastado tanta energía en adaptarse y el agua estará tan caliente que ya no podrán saltar. Aunque desde el punto de vista biológico la teoría es cuestionada, como metáfora funciona muy bien.

El calentamiento global es lento al principio, pero sus efectos son acumulativos.

Ahora, los científicos temen que el proceso de alteración del clima se esté acelerando y tenga consecuencias más graves de las previstas. Estos días se debate a propósito de las inundaciones de Alemania.

Lo que ha sorprendido es que se haya producido una DANA tan intensa en una zona tan extensa. Récords de hasta 154 litros en 24 horas sobre una tierra ya anegada ha llevado al desastre que hemos visto.

La temperatura es el gran regulador de la diversidad.

Y el cambio climático consiste en la alteración general de ese gran regulador. Pero eso los rosales florecen cuando no toca, engañados, y las aves cambian sus los tiempos y los itinerarios de la migración, engañadas. El ciclo del agua se vuelve errático: demasiado calor en un sitio hace que se evapore mucha agua y llueva demasiado en otro, mientras los lagos se secan y desaparecen los glaciares.

La liberación de metano y las temperaturas extremas provocan incendios devastadores, ahora es en Siberia o California, mañana puede ser cualquier sitio. El edificio hundido en Miami ha provocado estupor porque no era imaginable que la penetración del agua de mar debilitara el suelo como para derribar una construcción tan sólida, pero hace tiempo que los edificios de una extensísima parte de Siberia se agrietan y amenazan derrumbe por el deshielo del permafrost.

Pero todo eso ocurre lejos. Y no queremos verlo porque son otros los afectados.

Efectos de la reciente riada en Bad Neuenahr-Ahrweiler (Alemania).FRIEDEMANN VOGEL / EFE

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