Nos trequiñan, Felipe

Y así, poco a poco, se fueron olvidando nuestras palabras en los rincones de las escuelas cerradas o bajo el polvo de la memoria.

A las mujeres, en la Constitución, les pasó como en el filandón leonés.

Filandón (1872) Luis Álvarez Catalá

Nos trequiñan, Felipe».

Es lo que le dice estos días la reina Leticia a su esposo, nuestro monarca, a la hora del desayuno. No son sus hijas las que trequiñan a la corona, dando patadas a la mesa camilla, como hacíamos en la infancia para luego quejarnos: «Maestra, fulanita, me trequiña». Y lo más que ganábamos era una regañina o un correctivo: «No se dice trequiñar, se dice mover».

Y así, poco a poco, se fueron olvidando nuestras palabras en los rincones de las escuelas cerradas o bajo el polvo de la memoria. Pero ahora que tenemos Cátedra de Cultura Leonesa en la Universidad de León nos va a prestar sacarlas del arca del olvido, haremos campeonatos y nos darán títulos de buenos leoneses y buenas leonesas. Nos espantarán complejos y nos respingarán la identidad perdida.

Y en gran parte gracias a una bretona, Janick Le Men, que se dejó los ojos apañando miles de palabras leonesas desperdigadas en legajos y diccionarios raros.

Se van a enterar en Pucela y en Madrid, hasta en la misma Uropa, cuando nos oigan vocear con nuestros vocablos vernáculos desde el parque temático del Noroeste. Cuando les digamos que las comarcas mineras están mancadas, pero que muy mancadas, que el pedrisco nos jeringó las cosechas en la mitad de la provincia —en la otra mitad no tienen que regar el maiz, por suerte por este año— o que la merma de servicios, de sensibilidad y de imaginación política emburrian al abismo demográfico, o sea al camposanto, a los pueblos donde nacieron los verbos que ahora espabilamos como al aroma de la lavanda dormido en la planta seca y aplastado por nuestras manos.

Trequiñar

“Hay que triquiñar el árbol para ver si cae el balón que se enquedó en él”

«Nos trequiñan, Felipe», insiste la reina, que es asturiana aunque no veraneaba en la costa del adobe ni en Valencia de Don Juan. Y Felipe, que también es rey de León, eso dicen, le contestaría si supiera leonés: «¡No me amueles, Leti, que aún no he estado en Babia!».

A la corona la trequiñan las palabras perdidas de Corinna y halladas en una cinta por el comisario Villarejo. Y la trequiña el pulso tembloroso del PSOE, de Pedro Sánchez, que no nos quiere enseñar a los comunes, a las comunes, la lista de la amnistía fiscal.

Trequiñan a la corona unas generaciones que no se sienten en deuda con la transición, más allá del círculo de Pablo Casado, que no es pequeño y se engrandecerá con su éxito en el PP. Generaciones que repudian la alargada sombra del franquismo, político y económico, que tejió su urdimbre pero que se han visto obligadas a marchar. Trequiñan a la monarquía sus propias miserias, un yerno en una cárcel de mujeres y la gran fortuna que ha atesorado en cuarenta años de democracia.

Bien está que el nuevo Gobierno socialista abra el melón para incluir a las mujeres en la Constitución, precisamente cuando entra en los 40 con un solo retoque en su artículo 135 para poner un techo al gasto público y dar la coartada perfecta para eliminar gasto social y bienestar.

A las mujeres, en la Constitución, les pasó como en el filandón leonés. Ellas, aunténticas hacedoras del esta tradición hilada mientras hilaban en las largas de noches de invierno fueron marginadas cuando fue elevada a los altares y convertida en uno de los Tesoros del Patrimonio Inmaterial Mundial de la Unesco.

La Constitución necesita un buen meneo, por dentro y por fuera, que va más allá del lenguaje y de la eliminación de la discriminación de las mujeres en la sucesión a la corona, que a muchas nos interesa muy poco. A esa carta hay que varearla, como se hacía con la lana de los colchones en verano, para que sirvieran un nuevo invierno. Y a la monarquía si la trequiñan, que la trequiñen.

Para piteras, las que horadan nuestra tierra, con tanta mina cerrada y tanto pantano abierto.

La escuela: La pérdida de capital humano es uno de los tributos de esta crisis que no creamos y estamos pagando. Nos trequiñan como a árboles

Ana Gaitero. Periodista

Ana Gaitero. Periodista

TREQUIÑAR o TRIQUIÑAR

  • Mover o agitar con intención una cosa. «Hay que triquiñar el árbol para ver si cae el balón que se enquedó * en él». «No me trequiñes la silla que me mareas».
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