¿Una nueva involución?

Escribir el día de los docentes –yo, poco amigo de escalafones, prefiero llamarlos maestros– tiene su aquel. Uno recuerda, sin querer, a aquellos que aún le habitan, a esas personas que, sin voluntad alguna, se le presentan en la mejor memoria en muchos de los escasos momentos plenos del vivir; traídos siempre, creo, por la mano de doña gratitud, porque a ellos, en importante parte, les debes tu manera de ver la vida, de vivirla. Y no es que mi forma sea la misma que ellas pudieran tener, no, es que a ellas les debo las ventanas y puertas que me abrieron para que viese cuántos caminos se abrían para mi propio andar por la vida.

Sembraron en mí, no sin esfuerzo por su parte, el escepticismo y abonaron, para su mejor arraigo –la verdad es que ya la traía yo de serie–, la imaginación.

Me enamoraron –junto a mi padre– de los libros y me mostraron, unas y otro, el mejor cortejo que se les puede hacer: su lectura, abandonarse a su seducción. No fue rápida ni buena la cosecha –me mostraba yo bastante baldío, vano– mas, sin duda, de todos ellos viene mi carácter autodidacta, mi gusto por la literatura, mi interés por la filosofía, mejor, por el filosofar, «ese constante preguntar con profundidad y reflexionar críticamente sobre algunas cuestiones fundamentales de la existencia» que define Luis Ángel Ríos Perea en su ‘Filosofar, ¿para qué?’ y que el académico Emilio Lledó fija como «pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre la verdad».

Mas pronto paso del gozo al dolor al leer cómo, de nuevo, se intensifica este curso académico el ataque –alguno dirá daño colateral– a la enseñanza de la filosofía en el bachillerato español merced a esa lanza mortal para las humanidades que es la Lomce y que también recorta otras asignaturas como las Artes plásticas o la Música en beneficio de la Historia de España y, cómo no, de la Religión.

Ataque no inocente al pensamiento, a la capacidad de pensar pues «para empezar a pensar lo primero que hay que perder es la fe en lo dogmas (¿religión?), en los hábitos de la tribu (¿historia?), en la ‘normalidad’ indiscutible de lo que nos rodea», que Savater enseña.

Pensar, filosofar, es, ¡peligro!, sentir viva curiosidad ante la vida, ante sus, nuestros, interrogantes; preguntarse y preguntar.

¿Será que no nos quieren personas, sino mediocres seres de una mediocre especie, sin espíritu crítico alguno? ¿Eficaces y eficientes productores, ‘recursos’ humanos, ‘capital’ humano? ¿Será otra nueva involución?


Artículo opinión La Nueva Crónica

Juan_Mª_Garcia_Campal

Juan Mª García Campal. Leonés de Asturias

Opinion

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