César Coll: “No tiene sentido que niños de 12 años estudien once asignaturas”

Uno de los siete expertos que han diseñado el nuevo currículo reflexiona sobre este modelo de aprendizaje

catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.

Catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.

César Coll (Benicarló, 1950) es uno de los siete expertos que han diseñado el modelo de aprendizaje en el que se basa el nuevo currículo que empezará a aplicarse en septiembre del 2022.

El borrador de decreto de infantil, primaria y secundaria ya ha sido enviado a las comunidades autónomas para su última revisión. Muchos son los cambios. Hay aprendizajes “mínimos”, que todos los alumnos deben conocer al finalizar la educación obligatoria, y los “deseables”, diferentes para cada estudiante en función de sus intereses y aptitudes. Se rebajan contenidos que hoy son obligatorios, en beneficio de la consolidación de conocimientos.

Las propuestas en clase estarán vinculadas a situaciones de la vida cotidiana, y el aprendizaje por ámbitos romperá la dinámica de las materias estancas impartidas por un profesor.

¿Por qué hay que cambiarlo todo? ¿Ha quedado obsoleto?

Absolutamente. El anterior se gestó entre los años 2004 y 2005. Fíjese cuántas cosas han pasado desde entonces: globalización, tecnología, sostenibilidad, cambio climático, ciudadanía global… Algunas entidades internacionales han identificado las competencias que van a ser necesarias para afrontar estos desafíos, como la agenda Unesco 2030 o la misma UE. Con esa información, los países están cambiando los currículos de las escuelas, para definir los contenidos concretos necesarios en cada área de conocimiento y en cada etapa educativa. El nuestro es uno de los últimos en hacer esta adaptación.

¿Cómo define competencia?

La capacidad de actuar ante un determinado tipo de situación. Por ejemplo: quiero que el alumno sea competente para trabajar con otras personas en tecnologías digitales. Entonces, tenemos que pensar qué conocimientos necesitará adquirir y movilizar para afrontar esa situación un chaval de 16 años. Y con qué valores. Diseñar el currículo así es distinto que partir de los conocimientos que un informático considera que son esenciales en su disciplina. Por eso, puede que, cuando se publique el currículo definitivo, los especialistas de las diferentes disciplinas no encuentren todo lo que les parece que es importante saber desde el punto de vista de su especialidad. Pero es que no se puede incluir todo. Si se incluyera, al final tendríamos un horario de 75 horas semanales.

Un joven, tras la ESO, ¿podrá ser autónomo en la vida? ¿Abrir una cuenta, planificar un viaje…?

Esto es lo que se tiene que concretar ahora. En qué queremos que sean competentes y para qué. Todo contenido es importante en la medida que ese conocimiento sea necesario para desarrollar una competencia. Si no, solo es deseable que se adquiera. Porque no hay duda de que cuanto más conocimientos se aprenden mejor será y más preparados estarán los jóvenes. Pero hay algunos aprendizajes que son imprescindibles y que los alumnos y las alumnas deben adquirir sí o sí para que, al finalizar la educación básica, su desarrollo personal, profesional y social futuro no se vea comprometido. Estos son, a mi entender, los aprendizajes en los que los currículos deben poner el foco.

La educación es reflejo de una batalla política inacabable. En otros países se llega a consensos.

La educación es un campo de batalla ideológico, y de los pocos que quedan. No hay que escandalizarse. Cuando hablamos de currículo hablamos de qué tipo de persona queremos contribuir a formar, y por tanto, de qué sociedad. Lo que no es normal es que no nos pongamos de acuerdo sobre lo mínimo. Por eso no creo en un “pacto por la educación” que incluya todos sus aspectos y componentes. Pactemos sobre lo que todos reconocemos que es necesario aprender, cómo ponemos en marcha las políticas que garanticen ese mínimo. Y cómo lo actualizamos sin poner todo patas arriba cada vez que hay un nuevo gobierno.

¿Cómo?

Debería establecerse un sistema normalizado de actualización periódica y sistemática que evite que cambie cada vez que haya un nuevo gobierno. Pongámonos de acuerdo en lo mínimo, establezcamos un procedimiento para ­seguir su implantación y una instancia de actualización del currículo y demos cuenta periódicamente al Parlamento de los resultados, de las nuevas necesidades y de los cambios que sea necesario introducir.

Algunos docentes critican que no se preserven los contenidos.

¡Son falsos debates! ¿Cómo no van a ser importantes? No se puede ser competente sin haber adquirido el conocimiento necesario para desplegar el tipo de actuaciones a las que la competencia se refiere. Es necesario adquirir y utilizar ese conocimiento, y eso pone en juego la memoria. Pero no solo la memoria. También la capacidad de movilizar el conocimiento adquirido en las situaciones particulares en las que la competencia se despliega.

Quizás exista el temor a que las nuevas generaciones no sepan lo que las anteriores aprendieron.

Lo que hay que hacer es darles lo que van a necesitar con seguridad, y enseñarles a buscar lo que no saben. Según Andreas Schleicher, director de Educación de la ­OCDE, el sistema español está formando al alumnado para un país que ya no existe. Uno de los elementos del currículo más novedosos es aprender a pedir ayuda. Es imposible, y cada vez lo será más, que lo sepamos todo, y todo lo importante. Por eso lo esencial será saber identificar lo que uno no sabe, saber pedir ayuda, a quién pedirla y cómo utilizarla.

¿Cómo deben ofrecerse estos aprendizajes deseables?

No todos los estudiantes tienen que hacer lo mismo. Tienen diferentes intereses, objetivos, posicionamientos en la vida y talentos. Por eso, la administración debe garantizar que todos adquieran los aprendizajes a los que antes me he referido como imprescindibles. Y, al mismo tiempo, debe garantizar que los centros ofrezcan a todo el alumnado la posibilidad de acceder a una amplia gama de los otros aprendizajes, los deseables, y que puedan elegir cuáles ampliar y profundizar en función de sus intereses, talentos y opciones personales.

Con esta propuesta, pareceque el alumno estará más cómodo. ¿Se busca que sea feliz?

Una vez escuché a un alumno decir: “Yo sé cuando aprendo porque me emociono”. Los alumnos, como los adultos, no se esfuerzan cuando no están motivados. Se puede estudiar por obligación, claro. Pero el objetivo no es conseguir que los alumnos se esfuercen sino conseguir que se motiven, y entonces se esforzarán.

¿Se persigue bajar la tasa de abandono?

En primero de la ESO, depen­diendo de la comunidad autónoma, hay diez u once materias en el curso. ¿Alguien puede pensar que a los 12 años alguien pueden ­emocionarse con once materias? Hay que revisarlo. No puede ser que las materias establecidas en los currículos oficiales se trasladen a los horarios en forma de asignaturas diferenciadas. Hay que facilitar y promover que los centros adopten organizaciones curriculares superadoras de esta parcelación que es una de los factores que están en el origen de la desmotivación y desimplicación de un sector importante del ­alumnado.

El currículo exige un cambio en la manera de enseñar.

Ya hay docentes que lo hacen, solo que a base de coste personal, dedicando muchas más horas y a pesar del currículo actual y, en ocasiones, de las exigencias de la normativa. Hay que promover que se sumen más. Y dar recursos. ¿Habrá un sector reticente? Sin duda. Pero este currículo es posible, es positivo, está alineado internacionalmente…

¿Y qué recursos adicionales se necesitan? ¿Formación, menos ratios…?

Las medidas y las políticas que se tomen para el desarrollo curricular serán esenciales. Si no se da más tiempo a los profesores, esto puede quedar en agua de borrajas. También formación. Y más acompañamiento. Una mirada externa es una gran ayuda, alguien que, sin ánimo fiscalizador, te ayude a explicitar lo que haces y te ayude a reflexionar. Harán falta medios. Pero se podría empezar utilizando los que ya existen, solo que a menudo están más enfocados a la vigilancia y el cumplimiento de normativa que al apoyo.

Como referente indiscutible en el ámbito de la Psicología de la Educación, le pedimos que nos explique las claves de un cambio de modelo educativo que está tardando en llegar.

Cesar-Coll

Entrevista a César Coll, catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.

Firme defensor del aprendizaje personalizado, asegura que hay que cambiar el modelo y pasar de una metodología transmisora y memorística a un aprendizaje basado en la experiencia práctica del alumnado: «Es necesario que todo lo que se aprende tenga un valor personal y un sentido para el aprendiz. Que se incorpore a su identidad, a su vida, y que le ayude a entender mejor el mundo donde vive y a hacer proyectos de futuro».

Ante todo y por situarnos: ¿cuándo hablamos de personalización del aprendizaje, a qué nos referimos?

Nos estamos refiriendo a una serie de estrategias docentes que tienen como finalidad que todo lo que se aprende tenga un valor personal, tenga un sentido para el aprendiz. Que se incorpore a su identidad, a su vida, y que le ayude a entenderse mejor, a entender el mundo donde vive y a hacer proyectos de futuro.

Insiste en que es necesario que los alumnos dejen de ver la escuela y el instituto como un espacio alejado del resto del mundo donde viven. ¿Cree que los alumnos tienen sensación de que todo lo que se les explica en clase tiene muy poco que ver con su realidad cotidiana?

Sí. Todos los estudios que se han hecho en todo el mundo muestran que cada vez hay un sector más amplio de los estudiantes que sienten que hay una distancia abismal entre lo que hacen y aprenden en los centros educativos y lo que hacen y aprenden —y cómo lo hacen y cómo lo aprenden— fuera de estas instituciones. La clave es buscar estas conexiones y poder relacionar los aprendizajes de la escuela con sus ocupaciones, preocupaciones y actividades de la vida cotidiana.

Dice que formar aprendices competentes implica ayudar al alumno a reflexionar sobre lo que aprende y sobre el sentido que tienen esos aprendizajes. ¿Qué hacer para incentivar esta reflexión?

Afortunadamente, la investigación educativa y psicoeducativa ha puesto de manifiesto que hay estrategias didácticas bien identificadas que favorecen que el alumno establezca esas conexiones. Sabemos, por ejemplo, que conviene trabajar a partir de los intereses del alumnado. Otra estrategia válida es conectar lo que se aprende en diferentes momentos y lugares. Estas estrategias promueven la realización de aprendizajes con sentido y valor personal para el alumno. Y no son sofisticadas, se trata simplemente de poner al estudiante en el centro del proceso de aprendizaje y de enseñanza. Partir del alumno, de sus expectativas, de sus intereses, de sus objetivos.

¿Cómo se ha llegado a este cambio de paradigma?

Como pasa siempre en el ámbito educativo, hemos llegado por dos vías. Por un lado, los resultados de la investigación, que nos han confirmado la eficacia de unas determinadas maneras de proceder. Y, por otro, a partir de la experiencia y el conocimiento práctico del día a día del profesorado en las aulas. Hay profesores que hace años que personalizan el aprendizaje, podríamos decir que de una manera intuitiva.

Respecto al profesorado, ha comentado en alguna ocasión que el trabajo de los maestros nunca había tenido tanto sentido como ahora. ¿Por qué?

Desde hace unas décadas, y estos últimos años de una manera exponencial, se han multiplicado los contextos de actividad en los que las personas podemos aprender cosas. Alrededor de las tecnologías se han generado nuevos espacios que ofrecen oportunidades y recursos para aprender, fuera de las instituciones de educación formal. Ahora lo que hace falta es ir hacia un modelo de educación interconectada y distribuida, y eso lo deben hacer los profesionales de la educación. Somos los docentes los que podemos hacer este acompañamiento y ayudar al alumnado a maximizar el provecho de los recursos y oportunidades de aprendizaje, vengan de donde vengan. Por eso decimos que lo que se debe hacer es dejar de poner el foco en el aprendizaje escolar y ponerlo en las trayectorias de aprendizaje. De las que los aprendizajes escolares son una parte importante, pero no la única.

El catedrático emérito César Coll, en su despacho de la Facultad de Psicología.

El catedrático emérito César Coll, en su despacho de la Facultad de Psicología.

Hablando del contexto en que viven los alumnos, son referencia obligada las nuevas tecnologías: ¿se está sacando todo el provecho deseable a las TIC aplicadas a la enseñanza? ¿Existe una brecha entre los conocimientos en nuevas tecnologías que tienen los alumnos y el dominio de las TIC por parte del profesorado?

Respecto a la primera pregunta, claramente la respuesta es no. Urge explotar mucho más todo el potencial de las TIC. No las hemos integrado completamente en el ámbito educativo, como sí lo hemos hecho, en cambio, en el resto de los aspectos de nuestra vida. En cuanto a la segunda pregunta, en mi experiencia yo no veo esa diferencia. Los niños y jóvenes utilizan las TIC para las prácticas sociales que son significativas para ellos, es decir para chatear, para buscar las cosas que les interesan, etc. Pero es que el profesorado también hace ese mismo uso. Los jóvenes están alfabetizados digitalmente para unas determinadas prácticas, que son las mismas que las del profesorado.

Recientemente se ha presentado el informe de la Fundación Bofill Anuari 2020: l’estat de l’educació a Catalunya, que usted ha codirigido. ¿Cuáles son las conclusiones del informe?

Es un informe que tiene dos partes. En la primera parte se hace un análisis de los indicadores del estado de la educación en Cataluña correspondiente a 2020. Y en la segunda, se hacen propuestas sobre cómo hacer frente a las carencias y debilidades detectadas. Se identifican tres carencias básicas, alrededor de las cuales giran todas las propuestas. La primera es que se constata clarísimamente un déficit de financiación, que arrastramos desde la crisis de 2008 y que ahora, con la pandemia, se ha agravado. En segundo lugar, se hace patente que seguimos teniendo un sistema escolar absolutamente segregado, que separa a los alumnos por razón del origen social y cultural, y que afecta particularmente a las clases más vulnerables y en especial al alumnado inmigrante. Por último, se detecta una falta de adecuación del currículo escolar, es decir todo lo que se intenta que los niños y las niñas aprendan en la escuela y en el instituto en relación con el mundo actual. Hay muchas competencias necesarias en el siglo XXI que no están suficientemente representadas en el currículo y, por el contrario, se incluyen otros contenidos que, a pesar de ser interesantes, no tienen ni la misma urgencia ni la misma relevancia que tenían en el pasado.

Usted diferencia entre aprendizajes imprescindibles y aprendizajes deseables. Póngame algún ejemplo.

Saber utilizar las nuevas tecnologías para acceder a la información, para contrastarla y para comunicarse es un aprendizaje absolutamente imprescindible. Como también lo es saber leer y escribir y saber expresarse. Y no se trata solo de aprendizajes instrumentales. También son aprendizajes imprescindibles saber trabajar en equipo, saber pedir ayuda o el gusto por el trabajo bien hecho. Son imprescindibles porque, o se aprenden cuando se han de aprender, o después es muy difícil, y pueden condicionar fuertemente aprendizajes posteriores. En cambio, saber las capitales de todos los estados de África es muy interesante, claro que sí, pero si no sé cuál es la capital de Tanzania, cogeré el móvil y en un momento lo sabré. ¿Eso quiere decir que no las tengo que saber? ¡No, ojalá lo sepa, eso y veinte mil cosas más! Pero no es imprescindible, es deseable. La educación básica debe garantizar la adquisición de aprendizajes imprescindibles a todo el alumnado y ofrecer cuantos más aprendizajes deseables mejor. Pero ponerlo todo en un mismo paquete nos lleva a unos currículos sobrecargados y sobredimensionados que impiden personalizar el aprendizaje.

Hablemos ahora de su papel como asesor en la reforma educativa que prepara el Ministerio de Educación. La reforma quiere dar un enfoque más competencial al aprendizaje. ¿Qué significa aprender por competencias?

La idea es muy sencilla y al mismo tiempo es muy rompedora respecto a planteamientos tradicionales. Sencilla, porque lo que nos viene a decir es que aprendemos haciendo cosas, actuando sobre la realidad y transformándola. Se trata de tener la capacidad de hacer unas cosas determinadas, en un tipo determinado de situaciones, empleando los conocimientos necesarios para poder hacerlo. Y esas competencias no son competencias en el vacío, sino relativas a prácticas culturales y sociales. Una competencia siempre es mejorable y se puede activar en contextos diferentes.

Hay quien opina que el cambio de metodología hará bajar el nivel competencial del alumnado.

Es una creencia absolutamente falsa. Un aprendizaje competencial no está reñido con los conocimientos. No hay nadie que sea competente en física sin tener muchos conocimientos de física. Pero no será suficiente que tenga muchos conocimientos, sino que tendrá que saber ponerlos en funcionamiento y que los otros me reconozcan como una persona competente.

Ya para terminar: ¿la reforma que prepara el Ministerio también prevé medidas para resolver problemáticas como la segregación escolar, la atención a la diversidad o el absentismo y abandono escolar?

La nueva ley prevé todos estos aspectos, pero no nos engañemos: son cuestiones que también preveía la LOE y la LOMCE. El problema de las leyes siempre es el mismo. Creo que sí ofrece vías para resolver todos esos problemas, pero la ley alcanzará sus objetivos o no, y podrá transformar la realidad o no, dependiendo de las políticas educativas que se pongan en práctica a la hora de aplicar la ley.

El siguiente podcast contiene la entrevista entera en catalán:

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