El alumnado de Religión caen a mínimos históricos antes de la aplicación de la nueva ley educativa LOMLOE

Los alumnos de Religión caen a mínimos históricos.

Religion

Otro año de caída. Cada vez menos estudiantes cursan la materia de Religión, según datos de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Por primera vez, menos de seis de cada diez alumnos están matriculados en la asignatura este curso 2021-2022: son un 59,85%, una bajada de un punto respecto al año anterior y en algunas etapas concretas, como el Bachillerato en total o la ESO en los centros públicos, ya son más los que no la eligen que los que sí.

En cifras absolutas, un total de 3.151.194 alumnos estudian la asignatura actualmente. Esto significa que, en apenas dos cursos, la materia ha perdido cinco puntos porcentuales y 186.003 alumnos. Si se amplía el foco, Religión ha perdido medio millón de estudiantes desde 2015.

Y el futuro no pinta muy halagüeño para los obispos: la reforma educativa que se está desplegando estos días resta peso efectivo a la materia por una doble vía: dejará de ser computable para la nota media en el Bachillerato y, además, deja de tener asignatura alternativa. La primera medida significa que la nota de Religión ya no contará para hacer la media que se utiliza para pedir becas o sumarla a la calificación de la Selectividad para establecer la nota final de cada alumno de cara a acceder a una carrera. Los primeros en notar este cambio son los alumnos que empiezan el 1º de Bachillerato este próximo septiembre.

Para esta generación –y todas las que vengan mientras esté vigente la Lomloe– habrá dos notas medias: una con todas las materias, Religión incluida, que será la oficial y aparecerá en el título de Bachillerato junto a la mención de la vía escogida, según establece el artículo 22.4 del RD de Bachillerato, y una segunda “normalizada, calculada sin tomar en cuenta la calificación de la materia de Religión (…) con el fin de garantizar el principio de igualdad y la libre concurrencia (…) a efectos de acceso a otros estudios ni en las convocatorias para la obtención de becas y ayudas al estudio en que deban entrar en concurrencia los expedientes académicos”, según se lee en el mismo Real Decreto.

La segunda disposición, quitar la llamada asignatura espejo, plantea incógnitas sin resolver, como dónde ubicar la materia. Dado que el Ministerio finalmente renunció a establecerlo en el Real Decreto que regula el Bachillerato, la responsabilidad quedará en manos de las direcciones de los institutos pero, como no se puede tener alumnado en mitad de la jornada rondando por el instituto sin nada que hacer ni estar vigilado, las opciones son pocas: o se coloca al principio o final de jornada para que quien no la curse llegue después o se vaya antes o se mete en medio con algo parecido a una hora de estudio.

No está demostrado científicamente –habría que preguntar al alumnado sobre sus motivaciones para matricularse de Religión–, pero que deje de servir para subir nota (siempre se consideró una maría, una asignatura fácil) o que no cursarla ayude a estar menos horas en el centro puede suponer un incentivo para que parte del alumnado no se matricule. Los responsables educativos aventuran que en los próximos cursos se producirá una caída aún mayor de los alumnos matriculados.

La CEE, que ha elaborado un currículum en el que promueve la “libertad de expresión”, los “valores democráticos”, “el pluralismo de las sociedades democráticas”, la “erradicación de la desigualdad entre hombres y mujeres” o la “sostenibilidad medioambiental”, espera con esta propuesta más educativa y menos dogmática de la que había con la Lomce salvar la materia.

El año pasado, los obispos achacaron la caída a la pandemia. Explican que aunque “el curso actual se inició en mejores condiciones que el anterior, las dificultades continuaron con las sucesivas olas de contagios hasta bien entrado el segundo trimestre”. Pese a la caída, la nota de la Iglesia valora “muy positivamente que más de tres millones de alumnos y alumnas cursen semanalmente la enseñanza de Religión como asignatura libremente elegida” y destaca que “se trata de cifras significativas que hay que considerar en el marco de una sociedad diversa de creciente pluralidad cultural y religiosa”.

El reparto del alumnado de Religión es una de las preocupaciones de los obispos. Las cifras varían mucho entre las diferentes redes escolares, con mínimos en la pública, mayoritaria, máximos en la concertada y un punto intermedio en la privada, y también entre etapas.

En los centros estatales hay más alumnos que no cursan la materia que los que sí lo hacen: un 48% de media estudia Religión, con un máximo en Primaria del 52% y un mínimo en Bachillerato del 37,6%. La caída de alumnado de Religión en estos centros es notable en 20 años: han pasado del 79,4% de alumnado en la materia durante el curso 2001-2002 al 48% actual. En la escuela de titularidad privada pero sostenidos con fondos públicos, la concertada, nueve de cada diez estudiantes está apuntado en Religión, con bastante uniformidad en todas las etapas. Por último, los privados sin concierto tienen un 75% de matriculados en la asignatura.

Por etapas, la Primaria es la que más estudiantes tiene en Religión, y a partir de ahí van cayendo. El 62% de la Primaria se convierte en un 59% en la ESO y se desploma hasta el 48% en el Bachillerato, la que menos tiene.

La clase de Religión Católica obtiene el peor dato de matriculación de su historia

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La culpa, según los obispos, es de la pandemia. Y de “la inestabilidad vertida sobre la clase de Religión” en la LOMLOE, que quiere poner coto a los privilegios de una materia blindada por los Acuerdos Iglesia-Estado, cuyo currículo es impartido por profesores elegidos por el obispo (pero pagados por las Administraciones públicas), con materiales aprobados por la Conferencia Episcopal (pero impartidos en horario escolar, y dentro de las aulas), evaluable y, por el momento, computable para la nota media. Pero lo cierto es que, por primera vez desde que se tienen datos, los alumnos no universitarios que optan por la Religión Católica están en el borde de la barrera del 60%. Una mayoría, es cierto, pero cada vez menos. Y, en algunas etapas educativas, como Bachillerato, ya son más los alumnos que dicen ‘No’ a la Religión en la escuela.

Según los datos aportados por la Comisión Episcopal de Educación, en el presente curso 3,2 millones de alumnos españoles eligen recibir clases de Religión católica en los centros públicos, pero también en los concertados y privados, en su mayor parte de inspiración e ideario católicos. Un 60,59%, tres puntos menos que el curso anterior, y muy lejos de las cifras que se daban hace una década, cuando tres de cada cuatro escolares daban clase de Religión en la escuela.

“No se trata de una encuesta, sino de una compilación de datos reales obtenidos por las 69 delegaciones diocesanas de Enseñanza”, asegura la propia Conferencia Episcopal, que recoge en su informe los datos de 15.029 centros públicos, concertados y privados.

La situación es especialmente preocupante para los obispos en los centros públicos, en los que ya no se alcanza la mitad (un 48%), y sólo en Primaria logra la mayoría (52%), mientras que en Bachillerato apenas un tercio optan por la materia. Los centros concertados (mayoritariamente católicos) son el bastión de resistencia y cosechan un 90% de alumnos para esa clase.

El desglose por etapas educativas tampoco ofrece buenas noticias para los obispos. Así, el alumnado de Religión aguanta el tipo en Infantil (61%) y Primaria (63%), mientas que desciende en Secundaria hasta el 59%. En Bachillerato, apenas se llega al 48%.

En su valoración, los obispos achacan el descenso a “la situación de excepcionalidad en la que concluyó el curso anterior, y ha comenzado el actual”, que ha obligado a “reorganizar espacios y distribuir al alumnado”. “También podría haber influido en este descenso la incertidumbre generada al inicio de curso por el debate mediático sobre la LOMLOE y la inestabilidad vertida sobre la clase de Religión”, sostiene la Conferencia Episcopal, que agradece el trabajo de las Administraciones, centros y profesionales en “un contexto de dificultad” y crisis sanitaria. “Han realizado un enorme esfuerzo en su tarea educativa y en el acompañamiento a los alumnos y sus familias en tiempos poco fáciles”.

Pese al descenso, los obispos valoran el dato “muy elevado” de alumnos que eligen libremente la clase de Religión “en el marco de una sociedad plural de creciente diversidad cultural y religiosa”, al tiempo que invitan a las familias a “mantener su compromiso, como primeras responsables de la educación de sus hijos e hijas, solicitando la enseñanza de la religión como parte de su educación integral”. En un momento en que el futuro de la clase de Religión en la escuela pública está más discutido que nunca, las cifras comienzan a dejar de dar la razón a los obispos.

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