Los deberes: ¿refuerzo o castigo?

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Mª Luz Martínez Seijo Doctora en Educación

Llevo años ejerciendo la docencia y siempre he contemplado con naturalidad la asignación de deberes o tareas para realizar fuera del centro como algo complementario, como un refuerzo para reflexionar, razonar  e insistir sobre lo trabajado en clase, es decir, un apoyo para que el alumno trabajase de manera más individual y tranquilamente aquello que se había abordado  en el aula de manera más global.

Siempre he considerado que los deberes deben ser razonables y poder ser realizados en un tiempo prudente puesto que el tiempo extraescolar de un alumno debe ser compartido con  más asignaturas, con el ocio, actividades deportivas, la convivencia en familia, etc. Es cierto que muchos docentes aprovechamos para mandar deberes ya que optamos por realizar otro tipo de actividades más activas en clase, que requieren una mayor intervención grupal o del profesor, pero también porque estamos excesivamente atados a la rigidez del currículo, a alcanzar objetivos y enseñar los contenidos que nos marcan las programaciones de área, y simplemente no da tiempo a hacer todo lo que se nos pide en clase.

Como docente nunca  me había planteado que los deberes pudiesen llegar a convertirse en un castigo, en una causa de estrés infantil y en un problema para las familias. Soy profesora de educación secundaria, y como tal, carecía de la visión de todo un proceso educativo que se gesta en educación primaria y que se hereda en secundaria.

Ciertamente me llamaba la atención el hecho de que en primero de la ESO vinieran cierto número de alumnos con el hábito por costumbre de no hacer los deberes en casa, aunque debo reconocer que los que no traían los deberes, tampoco hacían mucho en clase. También me llamaba la atención la queja sistemática ante cualquier tipo de asignación de tareas, aunque esta fuera mínima, algo que asociaba a la protesta intrínseca de la adolescencia, pero también debo reconocer que siempre me encontraba con un alto porcentaje de alumnos que cumplían con sus tareas impecablemente y sin queja alguna.

Me he decidido a escribir este artículo después de haber investigado durante años la problemática del abandono escolar, de haber sido profesora de educación secundaria 20 años y sobre todo por mi particular observación como madre y docente.

Creo en un modelo educativo inclusivo en el que debe primar la igualdad de oportunidades para todos y todas las niñas y en el que la escuela debe ser un pilar fundamental para conseguir  reducir las diferencias sociales y económicas existentes en la sociedad. Por ello, defiendo una escuela en la que las desigualdades se reduzcan y no se acrecienten pero que a la vez permita extraer y potenciar lo mejor de nuestros niños, reforzar las distintas capacidades.

Basándome en este principio, debo cuestionar el fin, el método, el objetivo y por supuesto, las consecuencias del modelo actual de los “deberes” en educación primaria en nuestro país.

Considero que se debe abrir un debate amplio sobre qué fin persiguen los deberes y que este quede recogido en nuestra legislación educativa, más aun teniendo en cuenta que este debate ya se ha producido en numeroso países europeos con resultados que van enfocados a la prohibición o la reducción: en Francia están prohibidos, en Finlandia inexistentes en primaria y limitados a 30 minutos diarios en secundaria, en Dinamarca eliminados en los fines de semana, en Bélgica prohibidos por ley para los alumnos de primaria, en Holanda hasta los 10 años los niños no reciben prácticamente deberes, en el Reino Unido se recomienda un máximo de 30 minutos hasta los 10-11 años,  y casi nunca los fines de semanas, etc. Y ¿por qué este debate y esta limitación? Porque cuando la racionalidad se convierte en irracionalidad y abuso, se produce el objetivo contrario: hastío, cansancio y rechazo en los niños y esto es precisamente lo que hay que evitar.

Pero la cuestión es por qué se llega a este debate en España. La respuesta es evidente, muchos niños reciben una excesiva carga de deberes a diario que exige cuestionar el por qué y para qué. En muchas ocasiones en los coles se pretende que se acabe en casa lo que no da tiempo a hacer en el centro, lo que obliga a meditar sobre los tiempos escolares y su utilización. Cinco horas diarias es un tiempo adecuado y acorde a nuestro entorno europeo, pero se ha de entender que el trabajo educativo debe realizarse fundamentalmente en el contexto escolar, pues dedicar hasta 4 o 5 horas más a los deberes diariamente y en fines de semana-como se está llevando a cabo en cada vez más centros- roza la insensatez. Los  niños no deben ser las víctimas de excesivos currículos educativos, ni de experimentos legislativos, ni de rankings de centros, ni de obsesivas evaluaciones externas, ni de la descoordinación entre los equipos docentes. El exceso de deberes supone además que el tiempo lectivo de los docentes debe dedicarse también a revisar y corregir, por lo que la dedicación a la enseñanza y al aprendizaje se invierte por la dedicación a la corrección.

Pero más allá de entender el porqué de tanta carga de deberes, debemos entender el objetivo de determinados deberes. Parece claro que si el propósito es el refuerzo en determinadas cuestiones no suficientemente claras, no parece muy lógico que los deberes sean iguales para todos los niños, porque cada niño tendrá que  reforzar sólo aquellos contenidos que necesite. Lo contrario resulta una tarea tediosa para el resto que podrían utilizar su tiempo en ocupaciones más motivadoras y útiles para su aprendizaje. Además, debemos tener en cuenta que si los deberes son uniformes, habrá niños que encontrarán una gran dificultad para su realización, no pudiendo hacerlos solos. Menos sentido tiene aún el excesivo número de tareas de cualquier asignatura, repetitivas y relacionadas con colorear, pintar, dibujar sin ningún fin, que roban horas y horas del tiempo libre de los niños que podrían dedicar a otros menesteres más útiles y con algún tipo de finalidad como potenciar su curiosidad y ansias por descubrir nuevos conocimientos.

Debemos tener muy en cuenta que en la educación primaria tratamos con niños y niñas, que requieren tiempo para jugar y disfrutar, necesitan tiempo libre para estar con sus familias, realizar otro tipo de actividades también importantes en sus vidas como el deporte, la música, etc. y disfrutar de actividades de socialización. Cualquier tipo de actividad que se asigne fuera del horario escolar debe ser motivadora y no suscitar rechazo, debe ser compatible con que los niños sigan disponiendo de tiempo libre para ser niños, y  que tengan derecho al descanso durante los fines de semana, las vacaciones de Navidad y Semana Santa,  porque los hábitos, las preferencias y también los rechazos que se  generan en primaria les van a acompañar en su escolarización. Y es preciso y necesario que la actitud hacia el estudio sea positiva en la adolescencia y que no llegue con un rechazo desde primaria que en muchos casos desemboca en desafección educativa, fracaso y abandono escolar.

Debemos destacar un argumento fundamental que debe estar presente en cualquier diseño de políticas educativas que persigan la igualdad; las actividades no deben generar diferencias o desigualdades entre los niños según su contexto de procedencia. No todas las familias disponen de tiempo para ayudar  a sus hijos, ni cuentan con el nivel educativo para poder proporcionar apoyo, ni en todas las familias existe la sintonía con el referente cultural de la escuela, ni se dispone de recursos económicos para clases particulares o academias para realizar este tipo de ayuda cuando los padres no llegan, ni existe la disponibilidad de un espacio tranquilo en la casa. Es decir, los deberes aumentan las diferencias entre los alumnos que pueden beneficiarse de la ayuda-recursos de sus familias y las que no.

No se trata de eliminar o prohibir los deberes, se trata de que no se conviertan en un motivo de rechazo, estrés y castigo para los niños y sus familias. Las tareas puntuales, planificadas y con una coordinación por parte de los equipos docentes siguen siendo necesarias, como lo son las actividades adaptadas a las necesidades de cada niño, que desarrollen la creatividad, la motivación y logren una actitud positiva hacia la escuela, tareas que favorezcan la idea de que aprender no sólo es algo que se hace en el colegio sino que se extiende a su vida cotidiana fuera de él, nos referimos a actividades para mejorar el gusto y la pasión por la lectura o para acercarse a las ciencias.

Urge un debate entre la comunidad escolar sobre los deberes en educación primaria y reflexionar sobre los tiempos escolares y la utilización de la metodología tradicional, porque la escuela debería ser suficiente para todos y los deberes cada vez más innecesarios.

Mª Luz Martínez Seijo
Doctora en Educación

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