Aplausos a los docentes -cinco-

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«Porque muchos de quienes han recibido aplausos durante estas ocho semanas empiezan a recuperar la normalidad. Y el riesgo al que se habían sometido empezará a ser menor. Y los centros de salud estarán más desahogados y podrán trabajar en mejores circunstancias. Y los trabajadores de otros sectores empezarán a tener material de protección y recuperarán la normalidad, quizá un poco incómoda durante algún tiempo.

Sin embargo, para los docentes, esa normalidad aún tardará más en llegar. Y justo en este momento, muchos se darán cuenta, si aún no se habían enterado, de que ellos también son esenciales. A los maestros y profesores que estaban a punto de jubilarse y pensaban que lo de las nuevas tecnologías ya no iba con ellos, y se han puesto las pilas.

A los docentes que creían que lo de la formación a distancia era una opción, y se han dado cuenta de que puede ser la opción.

A los profesores que creían que la educación on line era igual que la presencial, pero con un ordenador y cada uno en su casa. Y se han adaptado a marchas forzadas.

A los maestros que, además del temario, se han preocupado de la vida de sus alumnos.

A los profesores que han descubierto que en el primer mundo también hay brechas digitales, y han intentado salvar esa distancia.

A los maestros que, a falta de ordenadores y de conexión a internet, han usado walki talkies, con tal de que los niños pudieran seguir aprendiendo.

A quienes, a falta de todo, han recurrido a la Guardia Civil para que llegaran los deberes. Es la garantía del deber cumplido.

A todos ellos, a todos los docentes, este aplauso».

Aplauso-Docentes

El periodista Julio César Herrero brinda un aplauso a los maestros y profesores. Ha querido agradecer su hercúlea labor durante el confinamiento.


Otros Aplausos

Un aplauso a las maestras y maestros

«El momento de la verdad para las familias con hijos e hijas llega ahora: teletrabajo y escuela en casa. Por eso hoy, y solo hoy en esta película de ciencia ficción, me he acordado de la labor que hacen las maestras y los maestros».

Olivia Carballar

Hacía sol, pero podíamos imaginar que estaba lloviendo. «¿Me das un vasito de leche, mami?». Hemos hecho lo que solemos hacer. Un fin de semana entretenido y divertido, pero algo más extraño que de costumbre. «¿Me pasas los lápices?». Porque incluso diluviando siempre sale un claro para ver a los amigos. «Nooo, mami, esos no, los rotuladoresss».

Podemos decir que ha sido un fin de semana maravilloso: tiempo para aprender, videoconferencias con los amigos, con la familia, tiempo para cocinar, tiempo para tender la lavadora a tiempo. “Yo hago un bosque y tú la playa, ¿vale, mami?».

Tiempo para hacer bromas, tiempo para hacer gimnasia –quién lo hubiera dicho, gimnasia en el salón sin que tus vecinos frunzan el ceño–, tiempo para asistir incluso a un concierto virtual y aplaudir como una loca. Hubo incluso un momento de estrés en nuestra agenda en casa: cuando después del aeróbic quedábamos dos por duchar y había que salir a aplaudir.

Pero la hora de la verdad para las familias con hijos e hijas…. “¿Valeeee, mami? Tú la playa». Decía que el momento de la verdad para las familias con hijos e hijas llega ahora: teletrabajo y escuela en casa –y afortunados los que podemos teletrabajar–.

El momento de la verdad viene cuando se empiezan a acumular los juguetes, los platos, la ropa, el cansancio, la incertidumbre, y hay que estar delante del ordenador y educando a la vez. A uno, a dos, a tres, a más de tres. Cada uno en su circunstancia. Por eso hoy, y solo hoy en esta película de ciencia ficción, me he acordado de la labor que hacen las maestras y los maestros.

Quizá sea un buen momento para darles las gracias. Para aplaudir, también, a la educación pública, a la igualdad de oportunidades. “¿Ya has terminado, mami?“. Luego retomaré este artículo, cuando venga mi relevo. Hoy aplaudiremos también por ellos: las maestras y los maestros.

Aplausos docentes

Los docentes han tenido que adecuar su diario ejercicio en las aulas a los «entornos virtuales»

Antonio Montero Alcaide

Sin duda alguna, el desempeño de los sanitarios constituye una actividad esencial, no solo en estos funestos tiempos de la pandemia aunque de manera mucho más perentoria y casi heroica frente a ella. ¿Y el de los docentes?

La suspensión de la actividad en los centros educativos, como consecuencia del confinamiento que encierra entre las domésticas lindes de las casas, ha puesto de manifiesto, además de muchas cuestiones, la relevancia de la educación y el carácter casi insustituible de quienes profesionalmente la procuran.

Si bien, más evidente puede resultar la función de tutela, guardia o custodia que en los centros educativos se lleva a cabo con la población escolar, sobre todo menor de edad, coincidiendo generalmente con la jornada laboral o profesional de sus padres.

Así las cosas, la pandemia reúne en casa, durante todas las jornadas, a padres e hijos, de modo que la tan invocada conciliación de la vida personal, laboral y profesional se materializa, en formas dispares, de puertas adentro. Es frecuente y habitual, por ello, que una mayoría de padres ayuden a sus hijos en las tareas escolares y, con bastante más detenimiento que el permiten las jornadas ordinarias, conozcan la realidad y complejidad de la función de los docentes.

La interacción, con presencia directa, es connatural a la educación. Por eso la educación a distancia, en el caso de la enseñanza obligatoria, se reserva para supuestos excepcionales. Y cuando se utiliza en otras enseñanzas o actividades formativas, generalmente se combina con sesiones o jornadas presenciales.

De ahí una dificultad principal de la enseñanza en estos penosos tiempos del coronavirus y el empeño de atenuarla con distintos recursos tecnológicos y de comunicación virtual y digital.

Sin embargo, el acceso a los mismos es limitado para buen número de familias y la «brecha digital» no es más que otra manifestación de la desventaja social, especialmente subrayada en esta calamitosa situación extrema.

Los docentes, por tanto, han tenido que adecuar, en muy corto plazo de tiempo, su diario ejercicio en las aulas de los centros a los «entornos virtuales» y todo el aparataje tecnológico necesario.

Además de ingeniárselas, sin que quepan casi opciones, para llegar de algún modo a los alumnos que más lo necesitan. Con las naturales disfunciones que una situación como esta provoca, en el tesón diario de los docentes se fragua el valioso tesoro que la educación encierra. Y eso también recibe aplausos sordos pero efectivos

Un aplauso también para los maestros

El confinamiento nos recuerda el gran peso que tienen los docentes en el futuro de los hijos

María José Guzmán

El confinamiento se ha convertido en una gran lección de vida. No estoy del todo segura de que, el día después, seamos mejores personas, pero sin duda seremos distintos. Y habremos aprendido a valorar algunas cosas, entre otras la labor que desarrollan los maestros. Son esas personas que nuestros hijos también echan de menos estos días, a los que dedican vídeos y mensajes en redes sociales y a los que, probablemente, se agarrarán con más fuerza que nunca si la vuelta a la normalidad viene acompañada de un regreso real a las aulas.

La docente es una profesión tristemente devaluada. Y más que de una apreciación social, me refiero al pesimismo que no esconden los profesores acerca de la calidad de su trabajo, de las herramientas que tienen a su disposición y, en definitiva, del impacto que ejercerán en el futuro de sus alumnos.

Al parecer hay estudios que cuantifican, en dinero y éxito laboral, el peso que puede tener en la vida de un alumno un buen profesor.

Por eso, al margen de los mil cambios legislativos y de los recursos que se asignan a la educación, creo firmemente que lo más importante para el éxito de un sistema es la calidad de sus maestros. Vocacionales los hay en la pública, en la concertada y en la privada. Y negados también.

Es más, dentro de un mismo centro, la realidad de un aula puede tener poco que ver con lo que acontece en cualquier otra. Es algo sobre lo que deberían reflexionar las familias estos días de escolarización, el proceso que tantos temores y angustias provoca y que, en muchas ocasiones, se ven motivados por el prestigio, en ocasiones, infundado que tienen algunos centros. Si fuera posible, lo interesante antes de elegir sería, más que las instalaciones, el ideario y la dirección de los centros, poder conocer al claustro completo.

Una buena vara de medir sería observar cómo están respondiendo los docentes a esta emergencia por coronavirus, ingeniando soluciones y alternativas para sus alumnos que van también más allá de las meras indicaciones que emanan de las autoridades educativas.

Con los más pequeños, las familias están teniendo la oportunidad de infiltrarse en esas clases y ver no sólo qué materias se enseñan, también qué valores y conductas. Y, aunque no se pueda generalizar, creo que la experiencia es muy satisfactoria.

La educación es una potentísima arma y la cuarentena nos ha dado la oportunidad de conocer mejor en qué manos está. Y de comprender la importancia de tener a los docentes mejor formados del mundo.

Lo que es bueno para ellos será bueno para los alumnos y para todos. Y ése debería ser a partir de ahora el debate que en los últimos meses se ha distraído entre pines parentales, libertades y otras polémicas.

El buen rollo del confinamiento quizás esté algo exagerado. Estaría bien reflexionar sobre el papel de los docentes en estos días en los que teletrabajar (quien pueda), sustituir al profesor y gestionar el hogar y el ánimo al mismo tiempo se ha convertido en el mayor de los retos. Y aplaudir de paso también desde ventanas y balcones por ellos.

Un aplauso para los docentes

El conocimiento que están adquiriendo nuestros alumnos estas semanas no está contemplado en el currículum de ninguna asignatura.

Manuel Blanco

Desde hace unos días, a las ocho de la tarde España entera sale a los balcones a aplaudir a los que están en primera línea de batalla para nada más y nada menos que salvar vidas. Sólo faltaría. En esta guerra, ellos serán recordados por la historia por los verdaderos héroes que lo dieron todo por acabar cuanto antes con esta tragedia.

Pero, no son los únicos. Estas semanas nos están sirviendo para darnos cuenta de que todos somos importantes en este mundo. Y de esto se trata en una sociedad. Cada uno representa una pieza de ese castillo de naipes en el que si una pieza cae, caemos todos en efecto dominó. Como docente quiero aprovechar esta tribuna para pedir un aplauso también a mis colegas de profesiones. Esos miles y miles de profesores que diariamente se están dejando la piel para salir también al campo de batalla casi sin equipo.

Los docentes estas semanas están demostrando profesionalidad y ejemplaridad. Nos hemos visto envueltos en una decisión, la de cerrar los colegios, casi sin tiempo para planificar la estrategia y maniobrar. Y todos, hemos estado ahí. Al pié del cañón, en primera línea de batalla acompañando a nuestros alumnos, niños, sí, niños que están protagonizando un hecho histórico en el mundo.

Y digo acompañando porque el docente estos días ha tenido que jugar a dos roles. El del profesor metralleta que bombardea a actividades, ejercicios y más ejercicios a los alumnos y el rol de profesor acompañante con lo que el docente también está jugando un papel crucial en la sociedad ya que está ejerciendo una labor social.

Llevo días pensando y reflexionando sobre esto. Y en este contexto, ¿creéis que nos tenemos que preocupar de qué tipo de actividades asignamos a nuestros alumnos? ¿Nos tenemos que preguntar si la cantidad de actividades es la correcta?, ¿Si tenemos que planificar actividades únicamente de refuerzo y consolidación?

Permítanme que les diga que el conocimiento que están adquiriendo nuestros alumnos estas semanas no está contemplado en el currículum de ninguna asignatura, ni lo que están aprendiendo se lo vamos a poder evaluar a través de ningún estándar de aprendizaje fijado en la normativa actual.

Por ello, y una vez más, la realidad nos está regalando pistas. Sólo tenemos que querer verlas. La realidad nos está diciendo que hay otras maneras de hacer las cosas y otros aspectos en los que centrar las miradas.

Ahora, por tanto, es un momento importante para que reflexionemos, y en un futuro cercano, aportemos a nuestro sistema educativo realidades tangibles como las que estamos experimentado estos días desde nuestras casas.

Ah, por cierto, a partir de hoy, cuando salgamos a nuestras ventanas a aplaudir, pensemos no sólo en los sanitarios sino también en los docentes. Se lo merecen.

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