Se busca director de colegio. 44 en Burgos, 338 en Castilla y León

La lista de vacantes para el próximo curso en Burgos incluye este puesto en 44 centros públicos. Algunos de los que se van (o no) afirman que se trata de un trabajo poco valorado, aunque resulte gratificante por la vocación docente. Piden más incentivos

Tomás Gómez dirá a adiós al instituto Comuneros de Castilla tras cumplir su segundo mandato. – Foto: Alberto Rodrigo

El reglamento orgánico de los centros de educación obligatoria de Castilla y León, que data del año 2002, recoge 20 competencias; desde la colaboración con la administración hasta ejercer la jefatura de todo el personal, gestionar los recursos económicos, autorizar los gastos, visar documentos oficiales,  favorecer la convivencia… Se trata de la figura del director, recompensada económicamente y con cierta reducción de carga lectiva, aunque estos no sean los motivos que llevan a un maestro o a un profesor de la ESO a presentarse al cargo. De hecho, la realidad es bien distinta y cada vez resulta más complicado encontrar relevo o convencer al que está en activo de que continúe en el mismo puesto.

Para el próximo curso, la Consejería de Educación ha publicado 44 vacantes en colegios e institutos de la provincia. Unos seguirán, otros consideran que ha llegado el momento de cerrar una etapa que se renueva cada cuatro años, y hay quien todavía no ha tomado la decisión o que esta dependerá de si se presentan aspirantes en una suerte de continuidad sobrevenida que no es voluntaria. En caso de no cubrirse alguna de estas plazas, será la Dirección Provincial de Educación de Burgos la que tiene que ocuparse de su designación.

Quienes desempeñan esta función prácticamente coinciden en  sus opiniones. Se mueven entre la sensación amarga de que su labor no está reconocida, pero sin olvidarse de dulces gratificaciones que derivan de su vocación docente. Comparten también que la renovación de estos puestos es un «problema» por cuanto cada vez son menos los que quieren asumirlos y exigen al mismo tiempo mayores incentivos que no tienen por qué ser solo económicos. Por ello, miran con envidia al nuevo decreto sobre la función directiva aprobado recientemente por el Gobierno vasco, a la que considera como mérito en la carrera profesional, recoge una notable subida del complemento, flexibilidad en el calendario y el horario y, sobre todo, un año de permiso sin carga docente al terminar el segundo mandato.

Tomás Gómez (Comuneros de Castilla): «Estamos expuestos a todos los problemas y no siempre tenemos las soluciones». – Foto: Alberto Rodrigo

Un paso al lado.

Tomás Gómez dejará el próximo curso la Dirección del instituto Comuneros de Castilla tras 8 años en el cargo para poder ocuparse más de su vida familia y social, además de dar paso a «gente nueva». Este profesor de Historia reconoce que se trata de una labor «poco atractiva» para el profesorado debido a sus «excesivas responsabilidades» y el escaso reconocimiento que tiene. Es el compromiso con la educación lo que, asegura, lleva a asumir una función que, en ocasiones, resulta «ingrata». «Somos los que acabamos dando la cara, los que más expuestos estamos a todos los problemas y no siempre tenemos las soluciones», admite en referencia a la relación con la administración, compañeros, alumnos, familias…

Al frente de un centro con más de 900 alumnos, Gómez echa la mirada atrás en el tiempo y se detiene en los años de la pandemia, los más duros profesionalmente para todos los directores consultados, lo que, unido a la implantación de la nueva ley educativa (Lomloe), «ha acabado de convencer a los que estaban indecisos» respecto a seguir o no. Cree que en este último aspecto la Junta no se lo ha puesto fácil al aprobarse demasiado tarde los currículos para elaborar las programaciones de cada asignatura. «Ha ido tarde y muchas veces no se sabe en qué sentido», remarca.

Prestigiar el cargo.

Dar soluciones a un problema de falta de demanda que «conocen pero que no se toman medidas». «El Gobierno vasco sabe examinar los problemas de su sistema educativo», sostiene Juan Ángel de la Torre, director del instituto Castella Vetula de Medina de Pomar desde hace 11 años, quien, de no encontrar relevo, seguirá en el despacho. Cuando decidió presentarse lo hizo para relanzar el centro, principalmente en el ámbito de la internacionalización, con el fin de demostrar que existen las mismas oportunidades en el medio rural que en el urbano. «Es claramente posible», manifiesta orgulloso de haberlo conseguido, aunque con cierta nostalgia por el hecho de que las funciones de los equipos directivos han ido cambiando con el tiempo, imponiéndose una carga burocrática excesiva. «Yo empecé en esto para hacer otras cosas, no para hacer papeles», sostiene, sin dejar de mencionar la responsabilidad o la crítica social.

Sofía Rodríguez (colegio Padre Manjón): «Quiero volver al aula y estar con los niños. Soy maestra, no administrativa». – Foto: Alberto Rodrigo

Hablan como directores, pero incluyendo a todo su equipo (jefes de estudios y secretarios) con quienes forman una «piña» y mantienen una complicidad que permite sacar el trabajo adelante. De hecho, en la mayoría de los casos ellos mismos han pasado antes por esas funciones. Un ejemplo es Manuel Ángel González, director del colegio Simón de Colonia de Aranda de Duero. Tras nueve años en el cargo y otros dos como jefe de estudios, aún no ha tomado la decisión, aunque reconoce que a día de hoy pesa más «dar un paso a un lado». Lamenta que la carga administrativa impida «podernos centrar en el centro», cuya autonomía, reconocida legalmente, asegura que «está limitada al máximo». «La Consejería es la que ordena pero no sabe la situación o la problemática exacta de cada colegio», asevera.

«Si compensara, la gente se pelearía por entrar en los equipos directivos y no es el caso», subraya en referencia a ese complemento y a la reducción de la carga lectiva, que en ambos casos dependen del número de unidades y de alumnos, sin que por ello deje de reivindicar una «mayor motivación económica» e incentivos para que exista demanda. A lo largo de su trayectoria ha visto una «evolución brutal» de la carga de trabajo, lo mismo que su compañero en el colegio Pons Sorolla de Lerma, Juan Pedro Lozano, con ocho años de experiencia y que deja el puesto porque el próximo curso se traslada a la capital. «Con un administrativo se descargaría un poco», demanda, deteniéndose en otros detalles como el simple hecho de que no estén exentos de formar parte de los tribunales de oposiciones que, además, se celebran a final de curso. Aplaude la medida del País Vasco y aboga también por la «atención psicológica» debido a que «nadie nos ha preparado para las situaciones a las que nos enfrentamos».

Ese «cansancio emocional» es lo que ha llevado a Sofía Rodríguez a no presentarse de nuevo. A final de este curso cumplirá cuatro años como directora del colegio Padre Manjón. «Tienes que estar pendiente de todo. Es una mochila muy grande que se nota con los años», sostiene, al tiempo que asegura, al igual que otros compañeros, que el cargo tendría que ser rotativo. «Todo el mundo debería pasar por aquí porque, si no lo hacen, no saben de verdad lo que es un centro por dentro». Y en este punto, pone como ejemplo lo que ha supuesto poner en marcha la gratuidad de las aulas de 2 años «deprisa y corriendo», a las que en septiembre se sumarán las de 1 año.

Juan Ángel de la Torre (Castella Vetula, Medina de Pomar): «Yo empecé en esto para hacer cosas en el centro, no para estar haciendo papeles». – Foto: A.C.

El lado positivo.

Son muchos los aspectos en los que coinciden estos directores, sin que se arrepientan en ningún caso de la decisión que tomaron en su momento. Se quedan con lo bueno y comparten aquello que resulta gratificante. «El día a día de un centro, sacar proyectos adelante, el reconocimiento de los alumnos, profesores o familias», detalla Gómez. De la Torre subraya ese momento en que se encuentra con alumnos que ya son adultos, se saludan y «veo que son felices», con independencia de su profesión. González hace referencia a la satisfacción de ver «cómo las ideas» han permitido mejorar el centro, un reto «para todos los maestros». Lozano se siente «afortunado» y destaca la buena sintonía del claustro de profesores, el trabajo con las familias y el hecho de «sentirse útil en la mediación de conflictos». Finalmente, Rodríguez destaca el aprendizaje de estos cuatro años desde el deseo que cumplirá en septiembre de «volver al aula y estar con los niños porque yo soy maestra, no administrativa».

Juan Pedro Lozano (colegio Pons Sorolla): «Los mejor es el trabajo con los compañeros y las familias». – Foto: Jesús J. Matías

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