¿Aprender a decir glóbulos rojos en inglés convierte a un niño en bilingüe?

Para hablar bien en otro idioma no es necesario saber términos biológicos, ¿no será mejor enseñarles a conversar?

Recuerdo la primera vez que tuve una clase de inglés. Estaba en sexto de EGB, tendría unos once años, y salí ese día de clase emocionada. Cuando empiezas a aprender un idioma, con unas pocas clases consigues aprender a presentarte, a contar o a decir los colores. Pero superada la emoción inicial, la realidad fue que durante muchos años me bloqueaba cada vez que tenía que hablar en inglés, y solo superé ese pánico cuando ya en la universidad empecé a acudir a clases de conversación con una profesora nativa.

Para que mis hijos no tuvieran que pasar por la misma experiencia, pensamos que había que hacer inmersión en el inglés cuanto antes. Pero no nos abalanzamos a apuntarlos a clases particulares, sino que en casa su padre les hablaba en inglés, y la verdad es que tuvo un impacto importante. Lo primero que notamos fue que cuando empezaron con el bilingüismo en el colegio no extrañaron el idioma. Les resultaba sencillo entenderlo y expresarse. Desde luego, les había ayudado notablemente el estar escuchándolo en casa desde pequeñitos.

En los primeros años de escuela de mi hija mayor, por allá por el año 2006, muchos colegios públicos de la Comunidad de Madrid comenzaron a convertirse en colegios bilingües. En aquel momento la iniciativa resultaba de lo más atractivo: se presentaba como un servicio hasta entonces exclusivo de escuelas privadas, que por fin estaría al alcance de todos en la enseñanza pública. Acogimos el bilingüismo con gran entusiasmo. Durante la etapa de infantil, a pesar de que para ser bilingüe según los expertos los niños tienen que estar expuestos a dos idiomas desde bien pequeños, las horas dedicadas al inglés eran aún escasas, así que con cinco años los niños de la clase de infantil bajo el sistema bilingüe no eran aún muy resueltos en inglés. Pero tuvimos paciencia, pensando que en Primaria con el aumento de las horas de exposición al idioma, habría una notable mejoría.

En alguna reunión del primer trimestre de primero de Primaria las maestras nos dijeron a los padres que los niños presentaban cierto rechazo al idioma, que no entendían, o que no querían hablarlo. Lo cual me resultaba cuanto menos chocante, porque ya se suponía que en Infantil habían estado escuchando a la especialista hablar inglés y creíamos que trataban de animarlos a hablar. Pero esta no sería la única incongruencia que viviríamos como consecuencia del supuesto sistema bilingüe.

Por si alguien no está al tanto, el bilingüismo en los colegios públicos de la Comunidad de Madrid consiste en añadir a las clases de la asignatura de inglés, las clases de ciencias sociales y ciencias naturales, que se dan en inglés, junto a la asignatura de plástica y con suerte alguna más, como la educación física o música. Lo que chirría bastante es la diferencia entre el nivel de conocimiento de la lengua que se tiene en los primeros cursos de Primaria y el nivel de complejidad de las asignaturas de ciencias. Lo que quiero decir es que no resulta muy coherente estar aprendiendo a conjugar el verbo “to be” en la asignatura de inglés y estar dando las partes de la flor en la asignatura de ciencias naturales, sin una base mínima de la lengua.

Después de diez años aproximadamente de experiencia con el bilingüismo de los centros educativos públicos, creo que es un importante empujón hacia el tan necesario dominio del inglés. Pero es todavía insuficiente. Además, genera muchas frustraciones y está aún lejos de conseguir que realmente nuestros hijos sean bilingües. Creo que aspirar a que lo sean bajo este sistema es soñar muy a lo grande. Sé que la mayoría de los estudiantes han conseguido eliminar ese pánico a hablar en otro idioma que yo misma tuve durante años, lo cual no es poco. No extrañan la lengua, y los alumnos más capaces consiguen hablarlo y entenderlo bien. De hecho al acabar Secundaria bastantes estudiantes consiguen un nivel B2. Pero aún hay muchísimo que mejorar, puesto que para dominar un idioma como el inglés tenemos un importante reto que superar: la pronunciación.

Muchos alumnos de los colegios bilingües siguen cometiendo los típicos errores de pronunciación que cometemos los españoles sistemáticamente y que a un nativo le hacen daño en los oídos. Me refiero, por ejemplo, a esas consonantes mudas del inglés, como la “l” de “half” o la “b” de “climbing”. También pienso en todas las palabras que comienzan con “s” como “Spanish” a las que les añadimos una “e” inicial y en las “v”, que pronunciamos erróneamente, como si fueran una “b” una y otra vez en palabras tan repetidas como “very”. Creo que se debería poner más énfasis en mejorar la pronunciación de los alumnos si de veras queremos que sean bilingües.

En Secundaria el bilingüismo continúa con el mismo planteamiento: se dan prácticamente la mitad de las asignaturas en inglés, pero como el temario se complica, el vocabulario que manejan es tan elevado que ni siquiera las diferentes au-pairs inglesas que hemos tenido a lo largo de estos años, con su Secundaria, el bachillerato e incluso estudios universitarios acabados, han sido capaces de saber sólo viendo el texto cómo se pronunciaban muchas de esas palabras que tratan de aprender nuestros hijos en asignaturas como Tecnología, Ciencias Sociales y Naturales, Biología, o Física y Química. Y es que ellas, para mayor asombro nuestro, no las han estudiado en el colegio o el instituto. Los estudiantes anglosajones no estudian los enrevesados contenidos que nuestros hijos estudian en la lengua de Shakespeare. Nuestros hijos aprenden inglés en una modalidad de bilingüismo a la española que sorprende, y mucho, a los nativos.

Para mantener una conversación en inglés, o para entender una canción o una película no es necesario saber cómo se llaman los diferentes tipos de células en ese idioma, ni pasarse además toda una vida pronunciando mal “eukaryotic”. En mi opinión, podrían perfectamente aprenderlo en castellano, idioma en el que los profesores se formaron, se sienten más seguros, y están más preparados para explicar su asignatura en la mayoría de ocasiones. ¿Cuántas veces al cabo del día hablamos de células, de glóbulos rojos, o de llanuras abisales? Salvo en contextos muy técnicos, no creo que sea necesario conocer ese tipo de vocabulario.

Decía antes que el bilingüismo genera muchas frustraciones. Y no solo entre aquellas familias que para que sus hijos no se queden descolgados tienen que pagar clases particulares de inglés, o las que han visto cómo han aumentado las horas de deberes y trabajo en casa para pasar las pruebas externas que se les hacen a los estudiantes cada dos años en Primaria. También ha generado frustración entre los docentes que se ven necesitados de una mejor preparación y sufren la falta de inversión en formación de una manera sangrante. Hay profesores que apostaron fuerte y con gran entusiasmo por el bilingüismo, que hacen todo lo posible por enseñar contenidos extensísimos en inglés, pero que ya se están desengañando de este apaño, que por más que nos empeñemos, no va a conseguir que nuestros hijos sean bilingües.

Para mantener una conversación en inglés, o para entender una canción o una película no es necesario saber cómo se llaman los diferentes tipos de células en ese idioma, ni pasarse además toda una vida pronunciando mal “eukaryotic”

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1 respuesta

  1. Muy interesante la visión que expones acerca del bilingüismo actual en las aulas. La verdad es que creo que cuantos más idiomas aprendan los niños de pequeños más fácilidad tendrán en un futuro, pero siempre que la docencia se paute y estipule con cabeza, no solo por decir: ¡qué guays, somos bilingües!

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