Entre la alfabetización y la prohibición del móvil en centros educativos

El anuncio de la ministra Pilar Alegría de que en enero habrá una nueva Conferencia Sectorial en la que se va a tratar la prohibición de los móviles en primaria y su regulación restrictiva en secundaria es el último paso de una campaña que empezó hace semanas en Barcelona con un grupo de familias que reclamaban la prohibición para menores de 16 años.

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Las cosas, a veces, se mezclan de tal manera que es difícil discernir qué fue primero, el huevo o la gallina. El caso de los móviles en la escuela parece un nuevo caso de cabeza de turco. Hace meses, un grupo de familias catalanas comenzó un grupo de Telegram bajo la premisa de la petición de la regulación del uso de los teléfonos móviles entre las y los menores de 16 años. Meses después, la ministra de Educación, FP y Deporte, Pilar Alegría, recogía el guante que nadie terminaba de querer mirar. Empezando por su secretario de Estado.

Tal vez como el último paso después de que, tras la publicación de PISA 2022, se hayan sucedido oleadas de titulares de prensa que aseguraban que los dispositivos digitales distraen al alumnado en las clases. Esto, a pesar de que el propio responsable del estudio, Daniel Salinas comentara que el informe no habla de prohibición, sino de un uso ajustado y educativo de los dispositivos. Durante la rueda de prensa comentó que, de hecho, la OCDE no habló del uso que se había de las pantallas y que cuando era educativo, parecía mejorar los resultados académicos.

También comentó que la prohibición del uso, hasta donde habían podido comprobar con los datos, podría resultar contraproducente para chicas y chicos debido a la manera en la que se acercaban, tras la jornada escolara, a las pantallas.

El caso es que José Manuel Bar, secretario de Estado de Educación, también insistió en aquella rueda de prensa, en que no se intentaría retrasar la modernización y digitalización de las aulas. Unos días después, parece que las cosas han cambiado.

La Administración no hace lo que debe: controlar a las empresas que ofrecen aplicaciones con una programación adictiva

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Alfabetización necesaria

“Entendemos que el problema no es el dispositivo sino uso que se hace de él y el contenido al que se tiene acceso”. Carmen Morillas, responsable de la FAPA Giner de los Ríos, asegura que la prohibición no parece el camino, sino que las cosas deberían pasar por la educación y el uso medido en los centros educativos.

María del Mar Sánchez, docente de la Universidad de Murcia y experta en tecnología educativa, está de acuerdo. “La prohibición puede ser contraproducente”, asegura esta profesora, partidaria de una alfabetización y de un necesario apoyo por parte de las administraciones tanto a centros educativos como a familias para poder llevarla a cabo.

Todo apunta a que ante situaciones complejas, la política busca la rapidez en la respuesta para que parezca que se están tomando cartas en el asunto. En este maremágnum la nueva ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego, anunciaba ayer que se formará un grupo de 50 expertos para medir el impacto que tienen las tecnologías digitales en la infancia. En el grupo habrá representación de la Agencia Española de Protección de Datos, de Plataforma de Infancia o de Save the Children.

Desde esta misma ONG se señala que “es importante que se limite su uso en horas lectivas para el objetivo educativo, así como para ayudar a gestionar el uso de las tecnologías para el entretenimiento o interrelación personal en los momentos adecuados”. La organización insiste en que, cuando se use como herramienta educativa “el uso no debe impactar negativamente en el aprendizaje por lo que debería ser empleado de forma progresiva según la etapa educativa, para tareas concretas y siempre por docentes con formación para extraer los mayores beneficios en el aprendizaje”.

Hay un problema en el uso que los adolescentes hacen del móvil porque tienen un dispositivo antes de estar preparados para usarlo

Pilar Alegría aseguró la prohibición en primaria (cosa que Sánchez puede entender) y la regulación, más bien restrictiva, en secundaria. Madrid, Galicia y Castilla-La Mancha tienen una regulación que prohíbe a chicas y chicos utilizar sus móviles en los centros educativos salvo excepciones, como problemas médicos o para usos pedagógicos. De momento, no se sabe en qué posibilidades baraja Educación. En el resto de comunidades autónomas queda a la decisión de los centros educativos que, normalmente, prohíben su uso.

Para Jorge Flores, fundador y director general de Pantallas Amigas, educar y acompañar en el uso de estas tecnologías, también el móvil, es una cuestión que ha de recaer en la familia, en un primer momento. Está claro que los centros tienen un papel que hacer, aunque no todo. “Es una cuestión colectiva”, cree, en la que las familias (amén de las administraciones, las empresas tecnológicas o los centros) tiene un papel importante de búsqueda de recursos formativos para poder transmitir a sus hijos valores y conocimientos para hacer un buen uso de los teléfonos.

En cualquier caso, Flores está de acuerdo con la prohibición y la limitación tal como se ha planteado. “Aunque nos gustaría que se usara adecuadamente, esto no pasa. Consume mucho tiempo del profesorado que tienen que vigilar, que tienen que controlar que no haya problemas de convivencia. Además, son una distracción adicional para el alumnado”. Para él es claro, “no es el momento de que llevemos el reto a las aulas, bastante tienen los docentes”. Flores aseguta que “prefiero a un docente centrado en el aula, en lo que ocurre, en el conocimiento a otro que tenga que estar vigilando móviles o controlando los problemas que se puedan dar”.

Morillas señala, también, la responsabilidad que tienen en toda esta historia las compañías que desarrollas aplicaciones. La representante las familias de la pública madrileñas afirma que habría que establecer alguna regulación que mirase a las empresas que se están lucrando con el uso de su software que, además, utiliza algoritmos pensamos para “enganchar” a chicos y chicas. “La Administración no hace lo que debe: controlar a las empresas que ofrecen aplicaciones con una programación adictiva sabiendo que se dirige a población NNA (niñas, niños y adolescentes)”.

Para Sánchez, los colegios también son importantes para la alfabetización y, en ellos, el AMPA. Ahora bien, señala que en esa Conferencia Sectorial anunciada para enero, “podría acompañarse de un acuerdo de alfabetización, con un presupuesto e inversión, para ayudar a los centros, así como con convenios con otros ministerios para ayudar a las familias. Ojalá que fuera este el enfoque”.

Digitalización y prohibición

Esta madre insiste en la educación y en que “el centro es lugar privilegiado para hacerlo”. Pero como una herramienta pedagógica más, “no que el cole enseñe a descargar el WahtsApp”.

“Me pregunto qué hay que no se ve, qué hay detrás”, comenta María del Mar Sánchez.  En cualquier caso, asegura la experta en tecnología educativa, que “hay un problema en el uso que los adolescentes hacen del móvil porque tienen un dispositivo antes de estar preparados para usarlo”, ya sea por falta de alfabetización o de madurez, explica.

Para ella la apuesta sigue siendo la alfabetización, incluso en el caso de una prohibición de uso del teléfono antes de los 16 años (“necesitan formación igualmente”). Para ella, en parte, toda esta cuestión se ha visto alimentada por una importante cantidad de familias “hartas de la digitalización de algunos centros”, esa que acaba utilizando el libro digital exactamente igual que el de papel.

Sánchez opina que la digitalización y la tecnología han de “sumar”, no hacer lo mismo. Y recuerda, al igual que Morillas cómo, durante el confinamiento, fue precisamente el móvil el que salvó la situación de muchas y muchos menores que solo tenían este dispositivo para seguir de alguna manera el curso lectivo.

La experta tiene claro que existen riesgos cuando se habla de prohibición. El primero es que cuando se comenta la necesidad de poner puertas al campo, no se habla de alfabetizar, y esto lo seguirán necesitando las y los jóvenes a partir de los 16 años. Además, asegura, cuando ha hablado con algunos centros de secundaria sobre esta prohibición, le han hablado de que, a veces, chicas y chicos utilizan los dispositivos precisamente como mecanismos para retar a la autoridad, para confrontar con el profesorado la posibilidad de una expulsión, por ejemplo.

Esta experta también señala que la prohibición y la falta de alfabetización puede ser algo que termine repercutiendo en las y los estudiantes de entornos menos favorecidos “puesto que reciben menos acompañamiento porque sus familias no saben o no pueden dárselo”.

Familias en pie de guerra

Buena parte de lo que está ocurriendo, más allá de los datos de PISA, tiene que ver con las protestas que comenzaron en Barcelona cuando grupos de familias fueron reuniéndose en Telegram para ponerse de acuerdo en una reivindicación: que las administraciones regulen el acceso a los móviles para chicas y chicos mayores de 16 años. Cansadas de la presión social antes de esas edad, tanto de otras familias como de sus hijas e hijos, miran hacia los poderes públicos para que tomen cartas en el asunto.

El movimiento se está extendiendo más allá de Cataluña, a otras comunidades autónomas, como Madrid, pero no solo. En diferentes grupos, las familias van discutiendo posibles líneas de actuación con la mira puesta en esa regulación de la posesión de dispositivos móviles antes de los 16.

Para Carmen Morillas cree que aunque se prohíban los teléfonos inteligentes en edades tempranas, NNA seguirán teniendo acceso desde otros dispositivos y, por eso, insiste en la necesidad de educación y formación sobre el uso  de estas tecnologías. Cree que la publicación por parte de los medios, de informaciones en las que se hablan de sucesos relacionados con los móviles acaban provocando miedo y rechazo hacia los dispositivos, pero “tiene que ver con el uso indebido”, no con los teléfonos en sí.

Para Jorge Flores, la prohibición del uso de los móviles antes de los 16 años, como han solicitado muchas familias, “es irrealizable” por varios motivos. A esa edad, dice el experto, chicas y chicos ya han aprendido mucho, “han hecho muchas transiciones ya” y no todo el colectivo se encuentra en la misma línea evolutiva, de desarrollo, como sí puede estarlo en edades previas, como los 13 o 14 años.

Además, cree que a esos 16 años, “no vamos a poder influir en nada” si la familias se descuelga entonces con el dispositivo. “No tenemos ni capacidad ni a veces autoridad” para decirles ya nada a los chavales. Se trata de una edad muy complicada como para introducir un “elemento complejo”.

Finalmente, cree que la labor de las familias ha de ser previa, ha de haber un acompañamiento para garantizar algunos derechos de las y los menores, como con la participación y su mejor desarrollo con las herramientas a su alcance. “Haceles renunciar a una vida conectada es restricción demasiado severa e innecesaria hasta los 16 años”, opina. La decisión de a qué edad han de tener móvil pasa por conocer la intersección entre dos vectores, comenta. Uno relacionado con la madurez y las características de la persona (que a veces se relaciona con su edad) y, el otro, por lo que como familias sabemos y el tiempo que podemos dedicarles. “Con una persona madura, consciente, precavida, aunque yo no dedique mucho tiempo, igual se lo puedo dar a los 13; si tengo a uno que es un bala, tengo que dedicarle mucho tiempo para dárselo” a esa edad.

Eso sí, Morillas asegura que a la FAPA, las familias llaman para preguntar por cuestiones que nada tienen que ver con las tecnologías, como la situación de las aulas TEA, sobre las becas de comedor escolar… “tienen otras prioridades”, asegura aunque, concede, “es un tema delicado”.

En esta línea, Sánchez también asegura que más allá del ruido de los móviles, la educación enfrenta otros problemas como puede ser que todavía haya aulas en edificios prefabricados, que en un aula solo haya dos portátiles o las dificultades para hacer frente a la diversidad en las aulas por falta de recursos humanos y materiales.

Pablo Gutiérrez de Álamo.- Periodista especializado en educación. Director de El Diario de la Educación. Antes en Periódico Escuela

Pantallas sí o no: “Lo que debería preocupar es el uso fuera de la escuela”

  • Las peticiones de prohibición o de control de los teléfonos móviles en los centros educativos están creciendo en las últimas semanas. Varias autonomías ya los han prohibido, mientras diferentes expertos y estudios no ven problemas en las pantallas y piden mayor formación en su uso.

Según quienes intentan estudiar los efectos, sean positivos o negativos, de las tecnologías, todavía queda mucho por hacer. Mientras que parece que algunas cosas pueden ser perjudiciales, otras pueden ser positivas. Ayer mismo se publicaba en la revista Nature un metanálisis de 2.400 estudios previos con una población total de casi dos millones de jóvenes. Entre los muchos resultados cabría destacar el escaso impacto, en un sentido u otro, de buena parte de los estudios.

La revisión, firmada por una veintena de académicos y académicas, ha repasado decenas de efectos de las pantallas en la educación para llegar a determinar cosas como que el uso generalizado de pantallas puede tener un efecto negativo en el aprendizaje, también ver la televisión o los videojuegos. Eso sí, “si el uso de pantalla involucraba la visualización conjunta (por ejemplo, ver con un padre), o si el contenido de los programas de televisión era educativo, la asociación con la alfabetización era positiva y significativa al nivel de confianza del 95%”.

En cualquier caso, explican las y los autores de esta revisión, “todos los efectos creíbles relacionados con los resultados educativos fueron de pequeños a moderados. Las intervenciones basadas en pantalla diseñadas para influir en un resultado (por ejemplo, un programa informático diseñado para mejorar el aprendizaje) tendían a tener tamaños de efecto más grandes que las exposiciones que no estaban específicamente destinadas a influir en ninguno de los resultados medidos (por ejemplo, la asociación entre ver televisión y aprender)”.

Para el biólogo e investigador en psicología cognitiva de la memoria y el aprendizaje, Héctor Ruiz, la evidencia que tenemos hasta ahora en relación al efecto de las pantallas en el aprendizaje o en la salud mental da niñas, niños y adolescentes tiene todo que ver con el uso que se hace de los dispositivos, y no con estos en sí mismos. Para este experto, en los últimos tiempos se están confundiendo, en no pocos momentos, causas con efectos.

Correlación no es causalidad

Este es, para Ruiz, uno de los problemas fundamentales cuanto se oyen voces críticas en relación al uso de dispositivos y pantallas en los centros educativos y, en general, cuando su uso lo protagonizan niñas, niños y adolescentes (NNA).

Por ejemplo, cuando se dice que provocan desórdenes en el sueño o sedentarismo y obesidad entre las personas jóvenes. “La investigación dice que puede haber causalidad entre el sueño y las pantallas cuando las utilizas antes de ir a dormir, sobre todo, cuando se trata de redes sociales y videojuegos, que pueden provocar activación emocional”.

Dentro de estas situaciones, Ruiz asegura que no debe confundirse qué pasa dentro de la escuela y fuera de ella y llama a las familias a que piensen en los centros educativos como aliados a la hora de educar a NNA en usos apropiados de las tecnologías, no simplemente basados en el ocio y la distracción. La escuela “es el mejor aliado de las familias para enseñar a los niños a gestionar este tema, a desarrollar la competencia digital. Decirle a la escuela que deje de usar la tecnología y de educar en ella es tirar piedras sobre el propio tejado. Es en la escuela donde se hace esta labor”.

Otra de las confusiones entre correlación y causalidad estaría la idea de la pérdida de la atención. “Nuestra arquitectura cognitiva no cambia por dedicar mucho tiempo a una actividad -asegura Ruiz. Para que pasara eso necesitamos un proceso evolutivo”. Lo que sí ha cambiado es, dice este investigador, es la cantidad de estímulos a los que nos vemos expuestos, principalmente, por las redes sociales.

En este sentido, la psicóloga especialista en infancia Silvia Álava asegura que “si un adulto coge el móvil y no puede parar de utilizar las redes sociales por culpa del scroll infinito, imagínate un niño con cerebro no maduro, más ávido a estímulos novedosos” que, además no tienen descanso y sí mucha velocidad.

En este sentido, Ruiz comenta que uno de los mayores problemas en este sentido es que nuestro cerebro da mucha importancia a la información social, entre otras cosas por sentirnos parte de un grupo, sentirnos aprobados. Y las redes sociales, sobre todo, no dejan tiempo entre un estímulo y otro.

Familia

En las últimas semanas se han publicado diferentes informaciones sobre la petición de familias, muchas de ellas en Cataluña, para que de alguna manera se regule el uso de los móviles antes de cierta edad. La presión social que se ejerce sobre ellas y sobre sus hijas e hijos para que ya en los primeros años de la secundaria tengan acceso a la telefonía móvil, pone contra las cuerdas a muchas personas que no quieren tener que lidiar con estas cuestiones tan pronto y que entienden que hasta ciertas edades no es positivo que NNA tengan un móvil en las manos.

Silvia Álava tiene claro que no puede recaer toda la responsabilidad de estas cuestiones en las familias, que van ya sobrepasadas de muchas cuestiones. Por eso mira hacia las empresas multinacionales que desarrollan las redes sociales e incluso los videojuegos. “Necesitamos transparencia”, asegura. Una transparencia que pasa por algo parecido a lo ocurrido con los paquetes de tabaco. Debería avisarse de que los algoritmos que utilizan las compañías en muchos casos están basados en el “refuerzo intermitente”, muy similar, asegura esta psicóloga infantil, al que se utiliza en las máquinas tragaperras.

Además de esta transparencia, aboga por que las familias acompañen a sus hijos e hijas en su alfabetización digital. Que vayan mostrando cómo se utilizan, que aclaren que el teléfono es de la persona adulta y que, por lo tanto, se acompañe al menor durante su uso. “La tecnología no es mala, pero hay que aprender a utilizarla” y, para ello, Álava no solo mira hacia las familias, sino que, como Héctor Ruiz, ve en los centros educativos un aliado importante.

Álava también reclama que se haga caso de los códigos PEGI a la hora de decidir sobre el consumo de pantallas que hacen NNA. Recuerda que estos códigos no tienen relación, por ejemplo, con la dificultad de utilizar, por ejemplo, un juego, sino con el contenido al que se exponen. “Con el consumo de ocio digital somos permisivos y nos saltamos el código”.

En este sentido, también recuerda las recomendaciones de la Asociación Americana de Pediatría que establece que antes de los dos años de edad no debería haber contacto con las pantallas y entre los 3 y los 5 no debería llegar a la media hora diaria.

Educación

Para Ruiz una de las cuestiones clave es que la tecnología se use dentro del sistema educativo pero no como una sustitución del libro de texto, convertido en un PDF y proyectado en una pizarra digital o emitido por una televisión inteligente.

“Digitalizar un aula no es poner libros en pantallas”, asegura, sino tener la posibilidad de utilizar, cuando sea pertinente, dichas tecnologías. Tecnología que, además, no tienen porqué ser pasivas. “Entiendo a las familias que se quejan si llega el caso en el que se usa el ordenador en clase como si fuera un libro. “Si es así, bienvenida sea la queja, tenemos que exigir un uso más productivo” de los dispositivos.

Ruiz señala que las tecnologías al servicio de la educación pueden suponer tener al alcance de la mano la posibilidad de dar un feedback personalizado al estudiante o que el profesorado tenga información clave para poder tomar las mejores decisiones posibles.

Este experto entiende que la tecnología en educación debe tener un sentido, haber pensado en qué uso se le quiere dar y hacerlo de la manera más adecuada. “Forzar su uso no tiene sentido”, dice, “cuando no hace falta o cuando no tienes las herramientas adecuadas”.

Como recuerda, además, la escuela es el mejor aliado para que las familias puedan desarrollar una alfabetización para sus hijas e hijos. “Los profesionales de la educación se dedican a eso, a apoyar en uso responsable y productivo. A apreciar las TIC como herramienta de aprendizaje, no solo de ocio”.

Como señala Ruiz, (y quienes firman el estudio en la revista Nature), ya hace 5.000 años Platón ponía en boca de Sócrates la queja por el hecho de que la escritura, como tecnología, podría suponer una merma en la capacidad de memoria de los aprendizaje. “En el siglo XVI, publican en Nature, reinaba la histeria en torno a una nueva tecnología que amenazaba con ser ‘confusa y perjudicial’ para la mente. ¿La causa de tanta preocupación? La amplia disponibilidad de libros derivada de la invención de la imprenta”.

“Con la comida, recuerda Ruiz, hemos aprendido a autorregularnos, a elegir la ensalada en vez del azúcar o la grasa (en otros tiempos, tan importantes para la supervivencia). Vamos a tener que autorregularnos” en lo relativo al uso de las pantallas también.

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