Maestra contra las brechas

Marta acumula años de docencia en institutos de barrios depauperados del área de Barcelona, el último de ellos el IE La Mina, que durante la epidemia ha multiplicado esfuerzos para repartir material escolar y comida entre sus alumnos

Marta-DelCampo

El inicio del curso 2019-2020 en el IE La Mina fue especial. Por primera vez, todos los alumnos de Sexto que se habían ido de vacaciones en junio habían vuelto en septiembre para empezar la ESO. Nadie se había perdido por el camino. Y esto, en un centro educativo con mayoría de familias en riesgo de exclusión y graves problemas de absentismo, es una prueba de que la acción educativa puede cambiar vidas.

Garantizar el derecho a la educación

Así lo ve al menos Marta del Campo (Barcelona, 1965), directora de este instituto-escuela desde 2016. “Es un orgullo comprobar que lo que haces sirve. Estamos garantizando que nadie pierda oportunidades”, sostiene. Garantizar el derecho a la educación, un principio que se recoge en todas las leyes y que se da por sentado en la gran mayoría de los hogares, es todavía una entelequia en La Mina, aún hoy el barrio más estigmatizado de Sant Adrià del Besòs y de toda Catalunya.

Del Campo acumula años de docencia en institutos de barrios considerados gueto, a menudo con un número elevado de población gitana, como Sant Roc en Badalona o Sant Cosme en El Prat. Profesora de inglés de formación, ahora ejerce de directora. “Somos un equipo que atiende a las familias diariamente. Tienen mi teléfono y me paso el día contestando, casi no uso el despacho”, resume.

Es lo que les ha ocurrido estos días, durante la epidemia. Durante las primeras semanas recurrieron al WhatsApp para proponer a los niños y niñas actividades didácticas y deberes, puesto que la mayoría no tiene internet en casa. Luego decidieron hacer kits con cuadernos y material escolar para cada uno de ellos, y en las últimas semanas directamente se han puesto el sombrero de servicios sociales para repartir 80 menús diarios de los que cocina el proyecto World Central Kitchen. También entregan a las familias tiques para el mercado que costean los mismos docentes con un número de cuenta que hacen circular entre su entorno.

Brecha digital o social

“El problema no es la brecha digital, de la que tanto se ha hablado, sino la social, que en este barrio ha existido siempre y ahora es más visible porque muchos viven de la economía sumergida”, alerta Del Campo. Uno de los temores de esta profesora es que con la epidemia se erosione el vínculo de los alumnos con el centro, el delicado pilar sobre el que se construye la educación en este barrio. “Lograr el sentido de pertenencia es fundamental”, asegura Del Campo sobre la comunidad gitana, y esto se consigue “con referentes positivos”, universitarios y profesionales de referencia que hayan salido del barrio.

“Las expectativas son la clave: sentir que el maestro cree en ti, eso es lo que crea un punto de inflexión en su educación y lo que luchamos por conseguir”, defiende.

Del Campo sabe que el IE La Mina es su lugar y duda que vaya a cambiar en busca de otras realidades. Ya lo hizo en el pasado, pero cuenta: “Me rebotaba demasiado ver el comportamiento conflictivo de alumnos de familias adineradas, sin que hubiese una razón social detrás”.

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