Uno de cada tres alumnos abandona el bilingüismo al pasar a Secundaria
Antes de llegar al Bachillerato, otro 23,4% lo deja para recibir las clases sólo en castellano.
Uno de cada tres alumnos que acaba su formación en la etapa de Primaria en un colegio bilingüe se matricula, ya en Secundaria, en secciones en las que todos los contenidos se dan en castellano. Pero el abandono del bilingüismo va en aumento a medida que los alumnos se acercan al Bachillerato, ya que el 23,4% sigue descolgándose de este modelo de enseñanza para pasarse a la enseñanza «normal, porque al dar las clases en inglés se pierden contenidos que no compensan por aprender mejor un segundo idioma», apunta Javier Sarmiento, del sindicato Stele, quien ha realizado un estudio en profundidad del bilingüismo en la provincia de León con datos de los últimos cuatro cursos.
«Padres y profesores se dan cuenta de que los alumnos, cuando acaban el instituto, no salen hablando dos idiomas, como si fueran bilingües», explica Sarmiento, para resumir la decepción de la comunidad educativa, a lo que añaden que ellos son conscientes de que el inglés puede aprenderse por otras vías —como las academias— y que, además, son conscientes de que «la selectividad sigue siendo en castellano, con lo que las familias no se arriesgan a que sus hijos vayan a esta prueba decisiva con menos conocimientos».
En los colegios, la formación bilingüe es a nivel centro, sin embargo, en los institutos, se aplica por secciones y los padres pueden elegir la matrícula en bilingüe o sólo en castellano. De los 29 institutos que hay en la provincia, sólo nueve imparten todas sus clases en castellano y hay otros dos que están integrados en el programa British (el Eras de Renueva y el Astorga). «En el curso 14/15, en primero de la ESO de la sección bilingüe se matriculó un 41% del alumnado, mientras que en el último curso, el porcentaje cayó al 32,6%, lo que se traduce en un descenso de ocho puntos», concreta Sarmiento, que añade: «El programa estrella que la Consejería de Educación vendió como la panacea se está desplomando, porque no basta con poner un letrero en la fachada de los centros, hay que establecer un verdadero modelo negociado de la enseñanza de los idiomas extranjeros en Castilla y León».
Sarmiento y Stele critican también que, como consecuencia de las dos secciones en los institutos, se imparten clases sólo para dos alumnos y que, junto con la enseñanza concertada «son las herramientas de discriminación social más ambiciosas que se han ideado en España». Sarmiento remarca también que el estudio se basa en los datos facilitados por el Dirección Provincial de Educación, en el que se refleja que la asignatura más elegida para el bilingüismo son Educación Física, seguida de Geografía, Música y Biología y Geología.
La solución: más horas de inglés con más auxiliares de conversación
Desde el sindicato de educación Stele remarcan que «el experimento del bilingüismo ha sido un fiasco y que el futuro de la enseñanza de los idiomas no pasa por perpetuar este modelo o uno parecido sino que hay que apostar de forma decidida por la disminución de las ratios (no se debería sobrepasar los 15 alumnos por aula); por aumentar el número de horas del idioma y la calidad de las mismas, impartidas por especialistas desde Infantil apoyados por auxiliares de conversación nativos bien formados y con horario suficiente».
A esto añaden que es preciso replantear las metodologías utilizadas en la enseñanza del inglés, apostando más por la vertiente oral y comunicativa; por la formación en las escuelas de idiomas, que son los centros específicos para este tipo de enseñanzas y por propiciar los intercambios de estudiantes y profesorado con países extranjeros subvencionados por la Administración Educativa.
«Sólo así tendríamos una enseñanza de los idiomas equitativa, inclusiva e igualitaria para todos y todas, que huya de la segregación y de la creación de élites que es lo que mejor se le ha dado al modelo bilingüe impuesto por la Junta de Castilla y León desde 2006.
De hecho, el modelo bilingüe de la Junta ha sido duramente criticado por todos los sindicatos, que lamentan también, como hace Stele, que se haya «evaluado diez años después de su implantación».