Jaime Buhigas: Se precisa más calma y menos burocracia para educar
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La educación que crean día a día los profesionales en sus aulas es magnífica. Pero corre algunos peligros que acechan a profesores, alumnos y, por supuesto, también a los padres.
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Es un error tener que dedicar cada vez más tiempo a tareas burocráticas en lugar de dedicarlo al alumno,
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Con más de 25 años de experiencia como profesor, Jaime Buhigas aboga en su último libro por recuperar la calma y la sensatez para educar, critica la carga burocrática que resta tiempo para dedicárselo a los estudiantes y cree preocupante que los ataques de ansiedad sean hoy una realidad habitual en clase.
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‘El noble oficio de la educación. Cartas de un profesor’ para reconocer y dignificar la labor de los profesores.
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Dieciocho cartas y una final dirigidas a la comunidad educativa
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Con motivo de la publicación de «El noble oficio de la educación. Cartas de un profesor», Buhigas afirma que este libro es el resultado de lo que «opinan muchos compañeros» de profesión y busca «dignificar el trabajo de los docentes, enamorarse de la educación como arte».
«Hay que calmar las cosas y recuperar la relación sencilla, cabal y bonita, diaria, lenta… de los alumnos entre ellos y del profesor con el alumno», sostiene el también director teatral, dibujante e ilustrador, autor de «La divina geometría» y «Laberintos».
La innovación pedagógica o las nuevas tecnologías «no han tenido impacto y el profesor es hoy igual al de hace 10, 15 o 20 años», sostiene Buhigas, que cree un error tener que dedicar cada vez más tiempo a tareas burocráticas en lugar de dedicarlo al alumno, «que es lo que queremos, por ejemplo estar en un recreo. Observar a tu clase sin interactuar con ellos te permite saber mucho de ellos».
El verdadero centro educativo es el hogar.
El colegio solo complementa; si acaso matiza; sin duda instruye. Pero poco más. Ningún profesor y ningún compañero puede enseñar tanto y de modo tan profundo como unos padres y unos hermanos. La razón es muy sencilla: en la jerarquía de las relaciones humanas del niño, sus padres y sus hermanos ocupan el más alto lugar, el más sagrado, el fundamental.
No hay pedagogo que no lo suscriba: toda la construcción psicológica del niño se cimenta en su familia. Y, como consecuencia, también su construcción intelectual, íntimamente ligada a la anterior. Es en su casa donde el niño elabora su primera identidad y forja las bases de su futuro carácter.
Los ataques de ansiedad en el alumnado es ahora habitual
Llama asimismo la atención sobre el deterioro de la salud mental entre los adolescentes e ilustra que los ataques de ansiedad en clase «se han convertido en algo habitual. Es una realidad que alarma a padres y profesores».
«De repente los niños entran en colapso, sufren una ansiedad vital y una falta de sentido que lo que le proponemos en clase no les sirve, ni les reconforta. Si la educación no sienta unas bases mínimas para orientar la vida de un adolescente algo estamos haciendo mal», subraya Buhigas, que apunta a la falta de recursos humanos en los centros para encarar estos problemas.
En «El noble oficio de la educación», su autor se detiene también en las notas, una herramienta que no discute que sea «útil» pero cree que especialmente en primaria, y «en muchos casos en secundaria», se requiere algo «mucho más complejo».
«La educación no es una ciencia exacta, por eso resumir la actitud o los resultados en un número es una cosa que no es exacta. Tienes que ser buen profesor y tener una relación sólida con el alumno para realmente saber lo que ha aprendido y lo que no, y todo esto no siempre queda reflejado en el examen».
Por esta razón se necesita «más relación profesor alumno y especialmente con el tutor», una figura «absolutamente infravalorada en nuestra educación, despreciada y mal pagada. No todos los profesores del claustro tienen la capacidad de valorar igual al alumno, tiene que haber uno que sea el que realmente tenga el cometido de observarle despacio».
Se necesita más tiempo y calma
En este contexto urge a que en la educación se recupere el tiempo: «Se han llenado los colegios de miles de actividades pero es una especie de sinsentido para rellenar una memoria anual y te preguntas ¿en este centro cuándo están los profesores tranquilamente con sus alumnos aprendiendo y charlando? Cada vez menos».
Otro de los capítulos del libro habla de cómo acertar en la elección del centro en un tiempo en el que hay un «marketing» escolar y competitividad «feroz», volcado en las extraescolares, el bilingüismo, las nuevas tecnologías…
Sin embargo, Buhigas recomienda apreciar el ambiente que se respira, la relación entre profesorado y alumnado, la belleza del lugar, la limpieza de los aseos, si es un sitio pacífico, el comportamiento en el comedor, el orden o la consideración que tienen las mujeres que limpian.
«Más allá de programaciones y contenidos de las materias hay algo previo y sustancial que es que yo me sepa comportar y convivir con los demás, ser una persona limpia interior y externamente, con unos valores, que me sé dirigir con consideración a otras personas, etcétera».
Por otro lado, se rebela contra los «profesores erróneos», personas que «no deberían estar dando clase. Una vez que un señor ha logrado su plaza en propiedad ahí se va a quedar 40 años enseñando mal y frustrando a los alumnos, eso es muy nocivo», concluye Buhigas, partidario de establecer un sistema similar al MIR de los médicos.
La importancia del espacio en las aulas
En relación a la decoración que hay en las clases de infantil, Jaime confiesa su máxima aversión a los colores chillones y múltiples elementos decorativos, lo que es indicativo del concepto que tienen de la infancia: «tengo una cruzada con los parques de atracciones en los que se están convirtiendo las aulas de infantil».
Por el contrario, recomienda que las aulas de infantil deben ser lugares prácticos, donde se respire un ambiente de hogar, algo necesario para que los niños reciban una educación serena, agradable y tranquila. «Infantil debería ser el santuario del colegio«, dice Jaimen quien insiste en que se debería sustituir a Bob Esponja por cuadros clásicos o versos de venerados poetas.
En este sentido, Jaime insiste en la importancia del espacio a la hora de educar. En infantil, por ejemplo, los alumnos necesitan un suelo agradable y espacio libre donde jugar y aprender, pues «el espacio tiene que ser consecuente con la actividad que se realiza».
Salir más del aula y reconfigurar los patios de los colegios
En definitiva, los alumnos deberían salir más del aula y no permanecer tanto en los patios de recreo eternamente descuidados, con enormes verjas verticales que parecen jaulas o cárceles. El patio se convierte, por tanto, en «el sitio de la destrucción» de los niños, a donde salen como enloquecidos.
«Da la sensación de ser sitios donde tienen encerrados a la gente», critica. Esto da a entender una parte muy oscura de la educación: «los colegios existen porque los niños no pueden estar en casa y se tienen que quedar en algún sitio».
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