Amados profesores

Espacio de Opinión

Se habla mucho de la vuelta al cole de los niños, pero ¿y la de los profesores?

Pocos se acuerdan de ellos. Pero son personajes esenciales en la formación de nuestras vidas. ¿Quién no tiene en su memoria un docente decente clave que cambió nuestro futuro de forma radical? ¿Quién no recuerda lo contrario: el profesor que nunca debiste tener enfrente, el que te humilló?

Este artículo va por ellos, por su vuelta al cole, que es clave para el futuro de nuestros hijos. Dar clase es una de esas profesiones que solo se pueden afrontar desde la vocación. Es mucho lo que está en juego en un aula.

Va por los miles de profesores que viven este primer mes también con ansiedad, sin ser estrellas protagonistas de series famosas como Merlí o Hit. Pero cientos de ellos serán héroes y heroínas para los chavales. Otros el enemigo a batir. Lo explicaron muy bien la periodista Cristina López Schlichting, en una entrevista en la radio con Jaime Buhigas, autor del libro El noble oficio de la educación.

Dice el profesor que «los alumnos llegan asilvestrados, pero que muchos de ellos regresan con ganas. Saben que les hace falta el cole». Jaime Buhigas hace una aportación necesaria, ahora que está de moda hablar solo mal de la chavalada: «Ya Ovidio hace dos mil años, en el siglo I, escribía que los jóvenes eran cada vez peores. A mí eso no me gusta. No es verdad. Todas las generaciones tienen sus cosas».

Va por los profes que vivieron la vuelta a las aulas con lo que, para ellos, es el peor momento «el reparto de la hoja de horarios, a veces es imposible cuadrar todas las materias que tienes que dar. Pasas de una clase a cuarto de la ESO a otra a primero de Bachillerato en la otra punta del colegio, sin tiempo para comer».

A pesar de los esfuerzos, Buhigas subraya que «no hay nada más triste que un colegio vacío. Cuando llegan los chavales se produce un encuentro y un reencuentro muy necesario. Hay chavales que estimulan y otros a los que tienes que estimular tú». Se queja de un exceso de burocracia y de reuniones en su trabajo. Y, aunque apuesta por los alumnos, no deja de señalar tres males terribles a los que enfrentarse. Dice que los niños y los jóvenes no tienen capacidad de concentración por la sociedad en la que vivimos, por lo que maman cada día en sus móviles. Así resulta que la hora de clase se les queda larguísima. Están acostumbrados a píldoras de información continua.

Otro mal es que no toleran la frustración. Saltan en seguida. Y está el desastre absoluto del uso del lenguaje. «Con el lenguaje pensamos, si el lenguaje es frágil, el pensamiento es frágil. No es que no sepan escribir, es que, en muchos casos, no saben hablar».

Estamos con los chavales, pero escuchemos a los profesores, que saben muchas veces más sobre nuestros hijos que nosotros mismos. Las pizarras digitales y las tabletas son avances, herramientas a usar. No hay que volver a memorizar tochos como hacíamos en EGB, pero sí hay que buscar un equilibrio: recuperar el necesario trabajo con la memoria, si no queremos educar a jóvenes volátiles, incapaces de aferrarse a algo ni de fijar nada. Todos necesitamos referencias, ellos también. Ánimo, a los profes. Que sean de los que se quedan grabados para bien siempre en nuestro recuerdo.

César Casal González
Periodista e historiador, historiador, de contar historias.
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