Leyes ideológicas… como la LOMCE

Debería reflexionar este Gobierno en si es conveniente persistir en el derroche ideológico que no persigue otro objetivo que extender ciertas visiones cosmogónicas y religiosas mediante leyes cargadas de ideología como la LOMCE…

Antonio Papell. PeriodistaEl Gobierno, que parece creer que la crisis económica ha quedado por completo atrás, se ha embarcado en la elaboración de una serie de leyes que no tienen demanda social alguna y que tan sólo responden a la voluntad ideológica de forjar un modelo de sociedad y de Estado acomodado a las convicciones conservadoras de la mayoría política que gobierna. En concreto, están actualmente en trámite legislativo, entre otros, el proyecto de ley de Seguridad Ciudadana, la reforma del Código Penal y la reforma de la ley del aborto.

Esta tarea legislativa con fuerte carga dogmática que se ha fijado el Ejecutivo se abre paso con gran dificultad: por un lado, el Consejo de Estado, el Consejo Fiscal y el Consejo General del Poder Judicial ha criticado con extrema dureza el proyecto de ley de Seguridad Ciudadana; el CGPJ, entre otras objeciones, considera que las prerrogativas que la norma otorgaría a los miembros de las Fuerzas de Seguridad no se ajustan a los límites constitucionales; además, el deber de denuncia debe circunscribirse a hechos que supongan una perturbación cierta de la seguridad sin que baste la mera sospecha; y asegura que suprimir las faltas penales para convertirlas en infracciones administrativas tendrá graves consecuencia: será la administración, y no un órgano judicial, la que imponga la sanción; para revisar ésta será necesario el pago de tasas judiciales, que no existen en el procedimiento penal; y las declaraciones de los agentes que formulen denuncia gozarán de carácter probatorio, lo que abona la arbitrariedad.

Por otro lado, y con respecto a la reforma en ciernes del Código Penal, una docena de juristas ha desfilado por el Congreso y su opinión es demoledora: critican la prisión permanente revisable, las medidas de seguridad posteriores a la condena, los artículos referidos al orden público y al delito de atentado a la autoridad, la supresión de las faltas.

Y en cuanto a la ley del aborto, el regreso al pasado por el túnel del tiempo ha irritado ya a lo que parece ser una clara mayoría de las mujeres de este país, que se dispone a plantar cara a lo que considera un nuevo relegamiento, una vuelta atrás en el camino irreversible de su emancipación.

Debería reflexionar, en fin, este Gobierno en si es conveniente persistir en el derroche ideológico que no persigue otro objetivo que extender ciertas visiones cosmogónicas y religiosas mediante leyes cargadas de ideología —en este capítulo se inscribe también la Lomce en su parte dogmática—, que por otra parte tendrán una vida efímera, hasta que se produzca la primera alternancia.

Es incuestionable que quien posee la mayoría absoluta puede hacer y deshacer las leyes a su antojo, pero no acaba de entenderse qué clase de bien común se persigue cuando, en determinadas materias, se obvia la búsqueda del consenso y se lanza la materia en cuestión a la rueda de los sucesivos cambios de mayoría.

Antonio Papell

 

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